Interpretar un cuarteto de cuerdas de Haydn lleva tanto tiempo en el siglo XXI como lo hacía en el siglo XVIII: ¡no se ha logrado ninguna reducción! A eso se le llama en ocasiones la “enfermedad de Baumol”, en honor de uno de los economistas que describieron por primera vez ese dilema, y el hecho de que se le considere como una patología revela mucho sobre nuestra actitud con respecto al tiempo y el escaso valor que otorgamos en Occidente al proceso, el desarrollo y la maduración.
En nuestra calidad de especie, hemos mostrado un desinterés infantil y una incredulidad parcial en lo concerniente al tiempo anterior a nuestra aparición en la Tierra. Sin deseos por conocer las historias que carecen de protagonistas humanos, muchas personas simplemente no quieren ser molestadas con la historia natural; en consecuencia, somos intemperantes e intemporales: analfabetos en lo que al tiempo respecta.
Durante los pasados diez años, los tratamientos con bótox y la cirugía plástica llegaron a ser considerados como una mejora saludable de la autoestima, antes bien que lo que realmente son: la evidencia de que tememos y detestamos nuestra falta de conciencia del tiempo. Nuestra aversión natural a la muerte es amplificada por una cultura que considera que el tiempo es un enemigo y hace todo lo posible para negar su paso. Como dijo Woody Allen: “Los estadounidenses creen que la muerte es opcional.
De ahí que, cuando en un período tardío ha surgido la distinción entre religión y superstición, nos encontramos con que el sacrificio y la oración son el recurso de la parte piadosa e ilustrada de la comunidad, mientras que la magia es el refugio de los supersticiosos e ignorantes. Pero cuando, aún más tarde, la concepción de las fuerzas elementales como agentes personales va cediendo paso al reconocimiento de la ley natural; entonces la magia, basada como está implícitamente en la idea de una secuencia necesaria e invariable de causa y efecto, independiente de la voluntad personal, reaparece de la oscuridad y el descrédito en que había caído, y al investigar las secuencias causales en la naturaleza, prepara directamente el camino para la ciencia. La alquimia conduce a la química.
James George Frazer. La rama dorada, estudio de religión comparada
Inmersa en sus historias, veo que los acontecimientos del pasado todavía están presentes y siento que incluso podrían repetirse otra vez algún día en una hermosa revelación. Esa impresión es un atisbo, no de intemporalidad, sino de conciencia del tiempo, una conciencia aguda de que el mundo fue hecho por el tiempo, en realidad, de que está hecho de tiempo.
De todos los fenómenos naturales, quizá no haya ninguno sobre el que el hombre civilizado se sienta más impotente para influir que la lluvia, el sol y el viento. Sin embargo, los salvajes suelen suponer que todos ellos están en cierta medida bajo su control.
James George Frazer. La rama dorada, estudio de religión comparada