A cuánta gente he visto despreciar la vida por miedo a la muerte. Como si no fuera un don irrepetible, sino un riesgo que debe ponerse a prueba con los gestos más extremados, desde la pérdida de los sentidos —modernos lotófagos de Homero en busca de una anestesia en el alcohol, las drogas y todo tipo de excesos al precio de nuestras vergüenzas más íntimas— hasta la guerra contra enemigos imaginarios que no son nada más que nuestros miedos más íntimos.
Andrea Marcolongo. Etimologías para sobrevivir al caos