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Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Autor: Thomas Moore

Una fachada de normalidad

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A veces, la desviación de lo habitual es una especial revelación de la verdad. En alquimia se denominaba a esto el opus contra naturam, un efecto contrario a la naturaleza. Podríamos ver el mismo tipo de rebuscada expresión antinatural en nuestra propia vida. Cuando la normalidad estalla o se disgrega en la locura o en la sombra, antes de correr en busca de refugio, para luego tratar de restablecer el orden familiar, bien podríamos observar de cerca cuál es el significado potencial de lo que está sucediendo.

Si vamos a contemplar con curiosidad el alma, es probable que necesitemos explorar sus desviaciones, su perversa tendencia a contradecir expectativas. Y, como corolario, bien podríamos desconfiar de la normalidad. Una fachada de normalidad puede ocultar muchísima desviación, y además es muy fácil reconocer la ausencia de alma en la estandarización de la experiencia.

Thomas Moore. El cuidado del alma

Nos hacen bajar a la tierra

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Cuando encaramos la familia desde el punto de vista del alma, aceptando sus sombras y su incapacidad de responder a nuestras expectativas idealistas, nos enfrentamos con misterios que se resisten a nuestro moralismo y sentimentalismo, y que nos hacen bajar a la tierra, donde el principio cede el paso a la vida, con toda su belleza y todo su horror. 

Thomas Moore. El cuidado del alma

Adaptarse a la civilización

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En sus memorias, Jung hace una notable declaración sobre el niño. La infancia, dice, «esboza de manera más completa que la edad adulta la imagen de sí mismo, del hombre entero en su pura individualidad». Y sigue diciendo que un niño moviliza en el adulto primitivas nostalgias de los deseos no realizados que se han perdido en el proceso de adaptarse a la civilización.

Thomas Moore. El cuidado del alma

La humilde realidad del niño

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Nos hemos dejado seducir por el mito del progreso, de modo que en el plano social damos por supuesto que somos más inteligentes y más evolucionados que nuestros antepasados, y en el plano personal estamos seguros de que los adultos somos más inteligentes que los niños. Esta fantasía de la evolución alcanza niveles muy profundos y afecta a muchos de nuestros valores.

Vivimos en un mundo jerárquico en el que nos defendemos de nuestra naturaleza primitiva mirando con desdén a las culturas menos desarrolladas, y nos defendemos del carácter eterno de nuestra infancia insistiendo en la necesidad de una elevación gradual que, por mediación del aprendizaje y de la complejidad tecnológica, nos saque del niño para introducirnos en el adulto.

Esto no es una iniciación auténtica que valore tanto la forma de existencia anterior como la recién alcanzada; es una defensa contra la humilde realidad del niño, una humildad que —por más que avergüence a la prometeica avidez de controlar la vida, característica del adulto— está llena de alma. 

Thomas Moore. El cuidado del alma

Amarse a sí misma como si fuera otra

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El narcisismo no tiene nada que ver con prestar demasiada atención a este «yo». Si aceptamos la enseñanza del mito, el narcisismo es la desafortunada situación en que todavía tenemos que descubrir que en nosotros llevamos un estanque donde se nos puede aparecer, para que le prestemos atención y afecto, un sentido más profundo del «yo», otro ego. La persona narcisista simplemente no sabe lo profunda e interesante que es su naturaleza.

En su narcisismo está condenada a cargar sobre sus propios hombros con el peso de las responsabilidades de la vida. Pero una vez que descubre que hay otras figuras que rodean a la personalidad del «yo», puede permitir que ellas hagan parte del trabajo de la vida. El narcisismo quizá parezca un placer autocomplaciente, pero por debajo de la fachada de satisfacción se oculta una carga opresiva. La persona narcisista se empeña muchísimo en que la amen, pero jamás lo consigue, porque todavía no se da cuenta de que tiene que amarse a sí misma como si fuera otra, antes de que los demás puedan amarla.

Thomas Moore. El cuidado del alma

Sigue siendo narcisismo

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Hay personas que creen evitar el narcisismo juzgándose de forma negativa y censurándose constantemente. Aunque pueda parecer lo contrario, sigue siendo narcisismo, en cuanto que el foco —aunque sea negativo— no está puesto en la vida ni en los objetos, sino en uno mismo. El masoquismo puede mostrarse como un hábito de autocrítica.

Thomas Moore. El cuidado del alma

Un narcisismo compartido

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Yo veo en esto un movimiento de alejamiento de la subjetividad humana para introducirse en la naturaleza. El narcisismo sana alejándose de la soledad para adentrarse en la creación: herimos a la naturaleza y hacemos cosas a las que es imposible amar, pero cuando nuestro narcisismo se transforma, el resultado es el amor por nosotros mismos que engendra un sentimiento de unión con la totalidad de la naturaleza y de las cosas.

Se podría decir entonces que nuestro narcisismo es compartido, que sentimos un mutuo amor por nosotros mismos, que hay una especie de consanguinidad mística entre todas las criaturas. Sin retroceder ante el misticismo, podríamos decir que del narcisismo sintomático sólo se puede sanar cuando se convierte en una auténtica virtud religiosa. 

Thomas Moore. El cuidado del alma

Conocer esta alma especial

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A los escritores se les enseña a «escribir de lo que saben». El mismo consejo es válido en la búsqueda del poder del alma: sé bueno en aquello para lo que eres bueno. Son muchas las personas que gastan tiempo y energía en tratar de ser algo que no son. Pero esto es una maniobra en contra del alma, porque la individualidad surge de ella tal como el agua surge de las profundidades de la tierra. El poder comienza conociendo esta alma especial, que puede ser completamente diferente de nuestras fantasías sobre quiénes somos o lo que queremos llegar a ser.

Thomas Moore. El cuidado del alma

La repetición es la muerte

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Pero a lo largo de la historia humana se ha percibido la expresión de la individualidad como una amenaza para el orden establecido. Pese al entusiasmo con que se declara defensora del individuo, nuestra cultura favorece de muchas maneras el conformismo. La insipidez y la previsibilidad de la vida moderna nos tranquilizan agradablemente. Dondequiera que vayamos, nos costará encontrar una tienda o un restaurante que tenga algo que lo distinga.

En las zonas comerciales, restaurantes, cines, en todas partes nos encontramos con la misma ropa, las mismas marcas, los mismos menús, las mismas películas, la misma arquitectura. En la costa este de Estados Unidos nos podemos sentar en un restaurante idéntico a aquel donde estuvimos sentados en la costa oeste. Sin embargo, según dice el psicoanálisis, la repetición es la muerte. Nos defiende del ajetreo de la vida individual, buscando la mortífera paz de una cultura que ha desterrado la sorpresa. 

Thomas Moore. El cuidado del alma

El alma necesita la gracia de Marte

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Yo veo una conexión entre nuestra violencia, aparentemente imposible de resolver, y la repetitiva insipidez que atesoramos. Según nos ha enseñado durante siglos la tradición, el alma necesita de la profunda y desafiante gracia de Marte, que lo enrojece todo a su alrededor con el resplandor apasionado de la vida, aporta a toda acción un punto de creatividad y siembra a cada momento y en cada suceso las semillas del poder.

Cuando se hace caso omiso de Marte y se lo devalúa, se lo está forzando a aparecer en forma de fetiche y a expresarse en comportamientos violentos. Marte es infinitamente más grande que la expresión personal de la cólera. Creativo y destructivo, es la vida lista para la lucha.

Thomas Moore. El cuidado del alma

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