La ingenuidad, la cobardía, la vanidad de pensar que todo lo que nos sucede tiene un sentido. De interpretarlo todo como si fueran pruebas impuestas por un dios que organiza la salvación de cada uno como una carrera de obstáculos. A los espíritus, dice Nietzsche, se los juzga —y, contrariamente a lo que dice Jesucristo, hay que juzgar—por su capacidad de no contarse historias, de amar la realidad y no las ficciones consoladoras que la sustituyen. Se los juzga por la dosis de verdad que son capaces de soportar.
Emmanuel Carrère. El Reino