Es un hecho evidente que los seres humanos actúan y se comportan no tanto de acuerdo con sus ideas sino sobre todo según sus necesidades e intereses materiales. De hecho las ideas suelen ser con frecuencia objeto de traición inmediata ante las necesidades y voliciones materiales más urgentes. Las menos urgentes permiten traiciones más sofisticadas.
Sin embargo, el individuo se niega con frecuencia a reconocer sus vínculos materialistas, pese a que sin ellos no podría vivir en absoluto. La masa se niega incluso a reflexionar sobre tales vínculos. En ella siempre prospera alguna forma de creencia. La masa no quiere ni la libertad ni la razón, sino sus respectivas experiencias ficticias: la utopía y la religión. Cimientos de Babel, arquitectura de la Posmodernidad. Vayan ambas con el diablo.
Jesús G. Maestro. Contra la Musas de la Ira