Cuando un personaje secundario que tiene apenas un parlamento de dos líneas sube por primera vez a escena, las miradas de todo el público se dirigen hacia él, aunque sea una parte insignificante del reparto total. De la misma manera, cuando por primera vez sube al escenario de nuestra conciencia alguna emoción negativa, es probable que uno se sienta totalmente paralizado ante ella, aunque tampoco sea más que un fragmento del reparto total de nuestras emociones. Es mejor tenerla delante que ocultándose entre bastidores.
Ken Wilber. La conciencia sin fronteras