Si la libertad de ideas es la más alta actividad de la mente humana, entonces la supresión de esa actividad debe ser lo más degradante para nosotros como seres humanos. Eurípides definió como esclavo al hombre que ha perdido su libertad de pensar o de opinar. Toda autocracia es, pues, una espléndida fábrica para producir esclavos. Todo gobierno autocrático, cualquier sea su forma, es intelectualmente retrógrado. Lo hemos visto en la Edad Media en general, y en la Inquisición en particular. Los políticos o los clérigos miopes pueden pensar que la uniformidad de creencias contribuye a la paz y al orden, pero históricamente la consecuencia es siempre deprimente y degradante para el carácter humano. Tales autócratas deben tener un gran desprecio por el pueblo en general, cuando no se reducen a ordenar la conducta externa de una nación sino que proceden también a regimentar los pensamientos y creencias íntimos del pueblo. Tienen una ingenua convicción de que las mentes humanas aguantarán esa uniformidad (…). No puede hacerse así, sencillamente, y si los que controlan el pensamiento van muy lejos en esto de marchar contra la naturaleza humana, siembran con ello las simientes de su propia caída.
Lin Yutang