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Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

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Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Tema: Relaciones

No somos tan interesantes

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Al igual que nadie quiere soportar un pase de diapositivas de tus últimas vacaciones (aunque se presenten como imágenes minúsculas en un brillante iPhone último modelo), nadie quiere oír a una persona que no hace más que hablar de sí misma. Sin duda no somos tan interesantes como nos imaginamos. 

Massimo Pigliucci. Cómo ser un estoico

Un hombre contra otro

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En la misma línea, así como de la cooperación y acuerdo de los hombres obtenemos grandes provechos, así también no hay desgracia tan abominable que no pueda provenir de un hombre contra otro.

Cicerón. Los deberes

El desamor

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El uno va hacia el prójimo porque se busca a sí mismo, y el otro porque quiere perderse a sí mismo. Vuestro desamor por vosotros mismos convierte en una prisión vuestra soledad. 

Friedrich Nietzsche. Así habló Zaratrusta

Ciudadanos calculadores

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¿Es imaginable una polis con alguna intención de perdurar en el tiempo que se componga de ciudadanos calculadores que negocian consigo mismos y con la polis cada uno de sus actos haciendo una estimación de las ventajas y costes de cumplir o no la ley, de colaborar o no con el bien común, de participar responsablemente o no en la causa colectiva, de integrarse o no en las instituciones de la eticidad, de evolucionar o no su personalidad hacia el estadio ético de la vida, sin permitir que la polis, cuya suerte y destino dependen enteramente de la contestación a estas interrogantes, pueda nunca alzar su voz para censurar comportamientos bárbaros o ensalzar los ejemplares, animar la reforma de cuantos individuos estén dispuestos a hacerlo, y promover el nacimiento de costumbres sociales que induzcan y favorezcan esa reforma?

Javier Gomá Lanzón. Ejemplaridad pública 

La vanidad

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Cuando las dudas invaden y nublan la fe en la inmortalidad del alma, cobra brío y doloroso empuje el ansia de perpetuar el nombre y la fama. Y de aquí esa tremenda lucha por singularizarse, por sobrevivir de algún modo en la memoria de los otros y los venideros, esa lucha mil veces más terrible que la lucha por la vida, y que da tono, color y carácter a esta nuestra sociedad, en que la fe medieval en el alma inmortal se desvanece. Cada cual quiere afirmarse siquiera en apariencia. Una vez satisfecha el hambre, y esta se satisface pronto, surge la vanidad, la necesidad -que lo es- de imponerse y sobrevivir en otros. El hombre suele entregar la vida por la bolsa, pero entrega la bolsa por la vanidad. Engríese, a falta de algo mejor, hasta de sus flaquezas y miserias, y es como el niño, que con tal de hacerse notar se pavonea con el dedo vendado. ¿Y la vanidad qué es sino ansia de sobrevivirse?

Miguel de Unamuno. Del sentimiento trágico de la vida

La muchedumbre

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Una urbe como Londres, donde se puede andar durante horas sin siquiera arribar al inicio de un fin, tiene un matiz que desconcierta. Esta concentración ciclópea, esta acumulación de dos millones y medio de habitantes en un solo sitio, ha multiplicado cien veces la fuerza de estos dos millones y medio de hombres (…) Pero todo aquello que ello ha costado se descubre exclusivamente a continuación.

Tras vagar durante varias jornadas por las calles principales (…) se comprueba que estos londinenses se vieron compelidos a sacrificar lo mejor de su humanidad para concretar los milagros de civilización de los que su urbe está repleta (…) que un centenar de energías latentes en ellos se han conservado inertes y fueron acalladas (…). El hervidero de las calles tiene un matiz desagradable, algo frente a lo que el carácter humano se insubordina.

Estos cientos de miles de personas, de todas las clases y variedades que se entremezclan ¿no son todos hombres con iguales virtudes y capacidades y con igual interés en ser dichosos?… Empero se apresuran a adelantarse los unos a los otros, como si no tuvieran factor alguno en común, nada que hacer entre ellos; la única convención que tácitamente los reúne es la de que cada uno conserve su dirección a la derecha al ir por las calles, para que ambos flujos de muchedumbre no se estrellen entre sí. Empero, ninguno de ellos se permite dirigirles a los otros siquiera una mirada.

La indiferencia más bestial, el abroquelamiento indiferente de cada uno en torno de sus personales intereses se muestra más asqueroso y más ofende según más sujetos se apretujen en un más limitado sitio.

Friedrich Engels. Situación de la clase obrera en Inglaterra

La diferencia

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… la crítica política e ideológica del racismo también es una crítica formal, ya que solo se enfrenta a la obsesión racista de la diferencia sin enfrentarse a la diferencia como ilusión. … No existe una buena utilización de la diferencia. Es algo que revela no solo el racismo, sino todos los esfuerzos antirracistas y humanitarios de promoción y protección de la diferencia.

Jean Baudrillard. La transparencia del mal

La seducción

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Cada cual puede soñar y ha debido soñar toda su vida en una duplicación o una multiplicación perfecta de su ser, pero esto solo tiene fuerza de sueño y se destruye al querer forzar el sueño en lo real. Ocurre lo mismo con la escena (primitiva) de la seducción: solo opera al ser fantaseada, rememorada, al no ser jamás real.

Jean Baudrillard. La transparencia del mal

Máxima reproducción

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En la época de la liberación sexual, la consigna fue el máximo de sexualidad con el mínimo de reproducción. Hoy, el sueño de una sociedad clónica sería más bien el inverso: el máximo de reproducción con el menor sexo posible.

Jean Baudrillard. La transparencia del mal

Conocer al prójimo

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Capra parece incapaz de imaginar a un pobre que, en cuanto lo conoces, no sea amable. El principal problema siempre es conocerlo, como ocurre también con tu prójimo. Juan Nadie ve «la respuesta»: «La única manera de salvar este absurdo mundo es que la gente por fin comprenda que el vecino de al lado no es un mal bicho.» Pero ¿y si descubres que sí lo es? ¿Y si descubres que es aún peor de lo que habías imaginado, o al menos más conflictivo? ¿Qué haces entonces? ¿Te olvidas de él? 

James Harvey. Romantic Comedy in Hollywood. From Lubitsch to Sturges

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