Tan cierto es que el origen del mal no reside en la ignorancia, como suponía Sócrates, sino en la imbecilidad como que no se lo supera simplemente con el saber. La akrasia, la debilidad de la voluntad, inexplicable sobre la base de la ignorancia (porque una vez que sé que los azúcares engordan, debería dejar de consumirlos), resulta en cambio muy fácil de explicar con la imbecilidad (continúo porque soy un estúpido).
La imbecilidad es ajena al intelectualismo, pues se puede ser un genio del mal y al mismo tiempo imbécil. El intelectualismo afirma que somos malos por ignorancia y que, si fuéramos sabios, seríamos buenos. La doctrina de la caída o del mal originario sostiene que somos malos por naturaleza. Personalmente, sugiero que somos indudablemente malos, no por defecto de cultura ni por exceso de naturaleza, sino simple y llanamente por imbecilidad. En un círculo hermenéutico, no solo queda claro que el mal es consecuencia de la imbecilidad, sino también que la imbecilidad deriva del mal.
Maurizio Ferraris. La imbecilidad es cosa seria