Es así como se militariza la vida civil. Hace veinte años se anunciaba la paz perpetua: todos a casa, las oficinas y las fábricas abandonadas, al igual que los conflictos que naturalmente traen consigo. Todos dedicados a un teletrabajo gratificante acompañados por el calor de la familia. No ha sido así. Las oficinas continúan existiendo, quizá incluso más precarias y móviles (también pueden serlo la mesita de un bar o una habitación de hotel), si acaso son las casas las que escasean.
En cuanto a las familias, parecen un sueño comunitario de otros tiempos, por el que, por otra parte, no se siente mucha nostalgia, al menos si damos crédito a las estadísticas según las cuales la mayor parte de los actos de violencia tienen lugar en el seno de la familia.
Maurizio Ferraris. Movilización total