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Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Derogar la ley del silencio

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Quizás algún día la gente se asombrará. No se comprenderá que una civilización tan dedicada a desarrollar inmensos aparatos de producción y de destrucción haya encontrado el tiempo y la infinita paciencia para interrogarse con tanta ansiedad respecto al sexo; quizá se sonreirá, recordando que esos hombres que nosotros habremos sido creían que en el dominio sexual residía una verdad al menos tan valiosa como la que ya habían pedido a la tierra, a las estrellas y a las formas puras de su pensamiento; la gente se sorprenderá del encarnizamiento que pusimos en fingir arrancar de su noche una sexualidad que todo —nuestros discursos, nuestros hábitos, nuestras instituciones, nuestros reglamentos, nuestros saberes— producía a plena luz y reactivaba con estrépito.

Y el futuro se preguntará por qué quisimos con tanto empeño derogar la ley del silencio en lo que era la más ruidosa de nuestras preocupaciones. Retrospectivamente, el ruido podrá parecer desmesurado, pero aún más extraña nuestra obstinación en no descifrar en él más que la negativa a hablar y la consigna de callar. Se interrogará sobre lo que pudo volvernos tan presuntuosos; se buscará por qué nos atribuimos el mérito de haber sido los primeros en acordar al sexo, contra toda una moral milenaria, esa importancia que decimos le corresponde, y cómo pudimos glorificarnos de habernos liberado a fines del siglo XX de un tiempo de larga y dura represión —el de un ascetismo cristiano prolongado, modificado, avariciosa y minuciosamente utilizado por los imperativos de la economía burguesa—.

Y allí donde nosotros vemos hoy la historia de una censura difícilmente vencida, se reconocerá más bien el largo ascenso, a través de los siglos, de un dispositivo complejo para hacer hablar del sexo, para afincar en él nuestra atención y cuidado, para hacernos creer en la soberanía de su ley cuando en realidad estamos trabajados por los mecanismos de poder de la sexualidad. 

Michel Foucault. Historia de la sexualidad

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Debido a que las mujeres no son víctimas de los hombres y del patriarcado, son víctimas de su cuerpo que las hizo convertirse, a lo largo de la historia de la evolución, en víctimas del hombre y del patriarcado. Por lo tanto, para Marcela lacub, la emancipación requiere “dejar de ser mujeres”. Convertirse en no-mujeres. Si Simone de Beauvoir dijo que no se nace mujer, se llega a serlo, nosotras, en este momento de la historia, deberíamos decir: nacemos mujer, pero podemos convertirnos en no-mujer.

Esto significa no seguir jugando al género, roles diferenciados, hipergamia, sacrificio por otros, promoción a través de otros. Pero, sobre todo, la mayor carga de la que las mujeres deben deshacerse es la de la reproducción. Sería necesario socializar la reproducción y no cargarla a las mujeres en detrimento de su realización personal.

Peggy Sastre. Ex utero: pour en finir avec le féminisme

Cuerpo que produce y que consume

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Si el dispositivo de alianza está fuertemente articulado con la economía a causa del papel que puede desempeñar en la transmisión o circulación de riquezas, el dispositivo de sexualidad está vinculado a la economía a través de mediaciones numerosas y sutiles, pero la principal es el cuerpo —cuerpo que produce y que consume—. En una palabra, el dispositivo de alianza sin duda está orientado a una homeostasis del cuerpo social, que es su función mantener; de ahí su vínculo privilegiado con el derecho; de ahí también que, para él, el tiempo fuerte sea el de la “reproducción”. El dispositivo de sexualidad no tiene como razón de ser el hecho de reproducir, sino el de proliferar, innovar, anexar, inventar, penetrar los cuerpos de manera cada vez más detallada y controlar las poblaciones de manera cada vez más global.

Michel Foucault. Historia de la sexualidad

Una vía de paso para las relaciones de poder

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No hay que describir la sexualidad como un impulso reacio, extraño por naturaleza e indócil por necesidad a un poder que, por su lado, se encarniza en someterla y a menudo fracasa en su intento de dominarla por completo. La sexualidad aparece más bien como una vía de paso para las relaciones de poder, particularmente densa: entre hombres y mujeres, jóvenes y viejos, padres e hijos, educadores y alumnos, sacerdotes y laicos, gobierno y población. En las relaciones de poder la sexualidad no es el elemento más inerte, sino, más bien, uno de los que están dotados de la mayor instrumentalidad: utilizable para el mayor número de maniobras y capaz de servir de apoyo, de bisagra, a las más variadas estrategias.

Michel Foucault. Historia de la sexualidad

Una parte de libertad

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El poder es tolerable solo con la condición de enmascarar una parte importante de sí mismo. Su éxito está en proporción directa con lo que logra esconder de sus mecanismos. ¿Sería aceptado el poder, si fuera enteramente cínico? Para el poder, el secreto no pertenece al orden del abuso; es indispensable para su funcionamiento. Y no solo porque lo impone a quienes somete, sino porque también a éstos les resulta igualmente indispensable: ¿lo aceptarían acaso, si no viesen en ello un simple límite impuesto al deseo, dejando intacta una parte —incluso reducida— de libertad?

Michel Foucault. Historia de la sexualidad

Un anuncio que finge ser arte

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Un anuncio que finge ser arte es —en el mejor de los casos— como alguien que te sonríe con calidez solamente porque quiere conseguir algo de ti. Esto es deshonesto, pero lo más siniestro es el efecto acumulativo que semejante falta de honestidad tiene sobre nosotros: dado que ofrece un perfecto facsímil o simulacro de buena voluntad sin el espíritu real de la buena voluntad, confunde nuestras mentes y al final hace que subamos nuestras defensas incluso en casos de sonrisas genuinas y arte verdadero y buena voluntad verdadera. Hace que nos sintamos confundidos, solos, impotentes, furiosos y asustados. Provoca desesperación.

David Foster Wallace. Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer

El niño insaciable

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Pero mi parte Infantil es insaciable: en realidad su misma esencia o Dasein consiste en su insaciabilidad apriorística. En respuesta a cualquier entorno de gratificaciones y cuidados extraordinarios, el Niño Insaciable que hay en mí simplemente ajusta sus deseos al alza hasta que nuevamente los estabiliza en su homeostasis de terrible insatisfacción.

David Foster Wallace. Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer

Pensar como nosotros dos

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Los que han tenido el raro privilegio de amar de verdad sabrán siempre distinguir la diferencia de intensidad y de respeto que existe entre pensar como «nosotros dos» y pensar como «nosotros»; pero ya no lo saben decir. A decir verdad, para ello se necesitaría el dual del griego antiguo.

Andrea Marcolongo. La lengua de los Dioses: Nueve razones para amar el griego

Ellos eran libres

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Los griegos se expresaban de una manera que consideraba el efecto de las acciones sobre los hablantes. Ellos, libres, se preguntaban siempre cómo. Nosotros, prisioneros, nos preguntamos siempre cuándo.

Andrea Marcolongo. La lengua de los Dioses: Nueve razones para amar el griego

Entendernos y hacernos entender

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El abismo que separa el significado de una palabra y su interpretación crece cada hora, igual que los malentendidos y las cosas no dichas, directamente proporcionales a los lamentos y los fracasos. Poco a poco está perdiéndose la capacidad de hablar una lengua, sea cual sea. De entendernos y de hacernos entender. De decir cosas complejas con palabras sencillas, verdaderas, honestas. 

Andrea Marcolongo. La lengua de los Dioses: Nueve razones para amar el griego

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