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Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

La confesión

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Durante mucho tiempo el individuo se autentificó gracias a la referencia de los demás y a la manifestación de su vínculo con otro (familia, juramento de fidelidad, protección); después se lo autentificó mediante el discurso de verdad que era capaz de formular sobre sí mismo o que se le obligaba a formular. La confesión de la verdad se inscribió en el corazón de los procedimientos de individualización por parte del poder.

La confesión difundió hasta muy lejos sus efectos: en la justicia, en la medicina, en la pedagogía, en las relaciones familiares, en las relaciones amorosas, en el orden de lo más cotidiano, en los ritos más solemnes; se confiesan los crímenes, los pecados, los pensamientos y deseos, el pasado y los sueños, la infancia; se confiesan las enfermedades y las miserias; la gente se esfuerza en decir con la mayor exactitud lo más difícil de decir, y se confiesa en público y en privado, a padres, educadores, médicos, seres amados; y, en el placer o la pena, uno se hace a sí mismo confesiones imposibles de hacer a otro, y con ellas escribe libros.

La gente confiesa —o es forzada a confesar—. Cuando la confesión no es espontánea ni impuesta por algún imperativo interior, se la arranca; se la descubre en el alma o se la arranca al cuerpo. La obligación de confesar nos llega ahora desde tantos puntos diferentes, está tan profundamente incorporada a nosotros, que no la percibimos ya como el efecto de un poder que nos constriñe; al contrario, nos parece que la verdad, en lo más secreto de nosotros mismos, sólo “pide” salir a la luz; que si no lo hace es porque una coerción la retiene, porque la violencia de un poder pesa sobre ella, y no podrá articularse al fin sino al precio de una especie de liberación. 

Michel Foucault. Historia de la sexualidad

Una regla para todos

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Es quizás entonces cuando se impone por primera vez, en la forma de una coacción general, esa conminación tan propia del Occidente moderno. No hablo de la obligación de confesar las infracciones a las leyes del sexo, como lo exigía la penitencia tradicional; sino de la tarea, casi infinita, de decir, de decirse a sí mismo y de decir a algún otro, lo más frecuentemente posible, todo lo que puede concernir al juego de los placeres, sensaciones y pensamientos innumerables que, a través del alma y el cuerpo, tienen alguna afinidad con el sexo. Este proyecto de una “puesta en discurso” del sexo se había formado hace mucho tiempo, en una tradición ascética y monástica. El siglo XVII lo convirtió en una regla para todos.

Michel Foucault. Historia de la sexualidad

Un lenguaje común

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Ningún objeto, espacio o cuerpo es sagrado por sí mismo, cualquier componente puede ser conectado con cualquier otro si la pauta y el código correctos pueden ser construidos para el procesamiento de señales en un lenguaje común.

Donna Haraway, Manifiesto Cíborg

Máquinas vivas

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Nuestras máquinas están inquietantemente vivas y nosotros, terriblemente inertes.

Donna Haraway, Manifiesto Cíborg

La monotonía

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A la manera que suelen desazonarte los juegos del anfiteatro y otros espectáculos semejantes, porque se ve siempre lo mismo, y la monotonía engendra tedio en el espectáculo, del mismo modo podrá también sucederte a lo largo de tu vida; puesto que todas las cosas, de arriba abajo, son siempre las mismas y provienen de idénticas causas. Y esto ¿hasta cuándo?

Marco Aurelio. Meditaciones

El orgullo es un peligroso sofista

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Igual que se tiene idea de lo que son las viandas cocidas y otros alimentos semejantes, al decir que esto es un cadáver de pescado, aquello un cadáver de pájaro o de lechón; o también que el falerno no es más que el zumo de un género de uva; la toga pretexta, lana de oveja teñida en sangre de marisco; y por lo respectivo al placer del amor, que no es éste más que un contacto de nervios y excreción de humor, acompañado de una convulsión; igual que estas ideas alcanzan de lleno los mismos objetos y penetran en su interior, de suerte que se ve lo que son en realidad; del mismo modo conviene obrar en todo el discurso de la vida.

Al parecerte los objetos acreedores a la más honda confianza, despójalos, observa en el fondo su ruindad, y arráncales esta corteza de que se glorían. Que es el orgullo un peligroso sofista, y cuando piensas dedicarte más que nunca a las cosas graves, es cuando mayormente te engaña.

Marco Aurelio. Meditaciones

Inercia espiritual

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¿No puede admirarse en ti la agudeza de ingenio? Sea: pero tendrás otras cualidades, por las cuales no podrás disculparte, alegando: fui mal dotado. Conquístalas, pues, que dependen únicamente de tu arbitrio: la inalterabilidad, la gravedad, la resistencia, la continencia, la aceptación del destino, la moderación en los deseos, la benevolencia, la libertad, la sencillez, la seriedad, la magnanimidad. ¿No comprendes cómo podrías adquirir ahora estas cualidades, sin escudarte con el pretexto de una incapacidad natural o de insuficiente aptitud? Y en tanto, permaneces deliberadamente por debajo de tus posibilidades.

¿Acaso cuando murmuras de la vida, cuando te ases a ella, cuando te ensoberbeces, cuando echas la culpa de todo a la fragilidad de tu cuerpo, cuando buscas complacerte, cuando alardeas presuntuosamente, cuando tu alma experimenta todas estas oscilaciones, lo haces obligado por cortedad de aptitudes naturales? Por los dioses, que no. Podías, tiempo ha, librarte de estos males, acusándote únicamente, en todo caso, de una demasiada lentitud de espíritu, de una excesiva indolencia en fijar tu aplicación. Pero sobre todo conviene también ejercitarte en ello, sin preocuparte ni estar bien hallado con esta inercia espiritual.

Marco Aurelio. Meditaciones

Una pluralidad desintegrada de subjetividades

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Tras la crítica nihilista, las creencias y las costumbres colectivas han quedado devastadas en las sociedades avanzadas y con ellas los instrumentos más eficaces de socialización del yo, cuya misión civilizadora ha sido ocupada en la polis por el legalismo estatalista y burocrático. Las «buenas costumbres» conducen al yo hacia la virtud con una gran economía de esfuerzo y emancipan colectivamente a la ciudadanía. Una democracia sin mores, como la nuestra, atomiza a la población en una pluralidad desintegrada de subjetividades y obliga al yo que quiera ser cívico y virtuoso a emprender en solitario los doce trabajos de Hércules.

Javier Gomá Lanzón. Ejemplaridad pública 

La autoconciencia del yo

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Se ha establecido la igualdad en las leyes, las instituciones y los procedimientos de nuestra democracia, pero no en la autoconciencia del yo. La democracia, con el propósito de realizar históricamente el principio igualitario, decretó la extensión a todos los ciudadanos de la autoconciencia que la aristocracia se había reservado en los siglos anteriores para ella sola, en lugar de alumbrar, como hubiera podido esperarse, una idea igualitaria de la subjetividad. 

Javier Gomá Lanzón. Ejemplaridad pública 

Los dogmas

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Los dogmas no son concluyentes, sino ocluyentes: taponan el libre juego de nuestros sentidos y la libertad de nuestra razón. No hay dogma cuando alguien dice: «Ésta es mi roca de fondo y ya no me haré más preguntas». En ello consiste antes o después la cordura. Pero sí hay dogma cuando pretende públicamente imponer a otros que algo es la roca de fondo y que ya no está permitido hacer más preguntas. 

Fernando Savater. Platón y Aristóteles

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