Nunca sabremos por qué irritamos a la gente, que es lo que nos hace simpáticos, qué es lo que nos hace ridículos; nuestra propia imagen es nuestro mayor misterio.
Milan Kundera. La Inmortalidad
Frases y fragmentos de libros que te harán pensar
Nunca sabremos por qué irritamos a la gente, que es lo que nos hace simpáticos, qué es lo que nos hace ridículos; nuestra propia imagen es nuestro mayor misterio.
Milan Kundera. La Inmortalidad
Joan Kelly se preguntó si las mujeres habían experimentado realmente un Renacimiento. Podemos preguntarnos, en el mismo sentido, si la gran mayoría de la población en la sociedad antigua y medieval había tenido realmente una civilización.
Daniel Lord Smail. On Deep History and The Brain
Con el conocimiento sucede una cosa muy interesante y es que (tal y como sucede con el deseo, pues el deseo de saber es también un deseo) nunca se colma del todo. Nuestras creencias se mantienen porque nos dan seguridad pero, las certezas han de ser sustituidas por una forma de pensar basada en probabilidades. Un escepticismo o pensamiento critico que no brinda una seguridad inmediata pero que a la larga es fortalecedor de nuestros rasgos mas adaptativos pues cada hallazgo crea una bifurcación en nuestra concepción del mundo y en esos mundos que van apareciendo van disolviéndose las antiguas creencias del tal modo que no es necesario confrontarse con ellas, simplemente se disuelven.
Francisco Traver. Consejos al joven terapeuta
Cuando las dudas invaden y nublan la fe en la inmortalidad del alma, cobra brío y doloroso empuje el ansia de perpetuar el nombre y la fama. Y de aquí esa tremenda lucha por singularizarse, por sobrevivir de algún modo en la memoria de los otros y los venideros, esa lucha mil veces más terrible que la lucha por la vida, y que da tono, color y carácter a esta nuestra sociedad, en que la fe medieval en el alma inmortal se desvanece. Cada cual quiere afirmarse siquiera en apariencia. Una vez satisfecha el hambre, y esta se satisface pronto, surge la vanidad, la necesidad -que lo es- de imponerse y sobrevivir en otros. El hombre suele entregar la vida por la bolsa, pero entrega la bolsa por la vanidad. Engríese, a falta de algo mejor, hasta de sus flaquezas y miserias, y es como el niño, que con tal de hacerse notar se pavonea con el dedo vendado. ¿Y la vanidad qué es sino ansia de sobrevivirse?
Miguel de Unamuno. Del sentimiento trágico de la vida
Ni siquiera en un solo momento pierde el actor de cine su conciencia del fenómeno. En tanto se halle ante la cámara sabrá que en definitiva será con el espectador que tendrá que vérselas, o sea, con el consumidor que conforma el mercado, un mercado al que se dirige no solamente con su fuerza laboral, sino asimismo con su propia piel, sus vísceras… Mercado que –cuando establece que actuará para él– le resulta en tan escasa medida aprehensible como resulta serlo para todo producto que proviene de una factoría. Acaso, ¿no tendrá ello que ver con la angustia que, de acuerdo con Pirandello, atormenta al actor frente a la máquina? Al agotamiento del aura el cine le contesta con una artificiosa elaboración de la personalidad más allá de los límites de los estudios cinematográficos. Se trata del “culto a las estrellas de cine”, impulsado por el capital de esta actividad, el que preserva esa magia propia de la personalidad, mas disminuida desde hace mucho, degrada hasta la escala de la dañada magia de su índole como mercancía.
Walter Benjamin
No podríamos en tal caso imaginar que la humanidad sea también una enfermedad para algún organismo superior que no alcanzamos a entender como un todo y en el que ella encuentra la condición, la necesidad y el sentido de su existencia, intentando destruir ese organismo y obligada a destruirlo a medida que se desarrolla, exactamente igual como la especie microbiana aspira a destruir al individuo humano “víctima de una enfermedad”? Y no podríamos continuar nuestra reflexión y preguntarnos si no será tal vez la misión de cualquier comunidad viva, sea la especie microbiana o la humanidad, destruir poco a poco el mundo que la supera, sea un individuo humano o un universo?
Arthur Schnitzler. Relaciones y soledades
Karl Ludwig Börne observaba a través de los ojos de Baudelaire cuando escribía: “Si se hiciera ahorro de la suma de las energías y pasiones (…) que cada año se dilapidan en las mesas de juego europeas (…) alcanzaría ello para construir un pueblo como el romano y una historia asimismo romana. ¡Es así!, aunque todos los hombres cuando nacen son romanos, la sociedad burguesa atiende a quitarle su romanidad. En función de ese cometido son ingresados los juegos de azar y los de salón, las novelas, las óperas italianas y los periódicos elegantes”
Walter Benjamin
Una urbe como Londres, donde se puede andar durante horas sin siquiera arribar al inicio de un fin, tiene un matiz que desconcierta. Esta concentración ciclópea, esta acumulación de dos millones y medio de habitantes en un solo sitio, ha multiplicado cien veces la fuerza de estos dos millones y medio de hombres (…) Pero todo aquello que ello ha costado se descubre exclusivamente a continuación.
Tras vagar durante varias jornadas por las calles principales (…) se comprueba que estos londinenses se vieron compelidos a sacrificar lo mejor de su humanidad para concretar los milagros de civilización de los que su urbe está repleta (…) que un centenar de energías latentes en ellos se han conservado inertes y fueron acalladas (…). El hervidero de las calles tiene un matiz desagradable, algo frente a lo que el carácter humano se insubordina.
Estos cientos de miles de personas, de todas las clases y variedades que se entremezclan ¿no son todos hombres con iguales virtudes y capacidades y con igual interés en ser dichosos?… Empero se apresuran a adelantarse los unos a los otros, como si no tuvieran factor alguno en común, nada que hacer entre ellos; la única convención que tácitamente los reúne es la de que cada uno conserve su dirección a la derecha al ir por las calles, para que ambos flujos de muchedumbre no se estrellen entre sí. Empero, ninguno de ellos se permite dirigirles a los otros siquiera una mirada.
La indiferencia más bestial, el abroquelamiento indiferente de cada uno en torno de sus personales intereses se muestra más asqueroso y más ofende según más sujetos se apretujen en un más limitado sitio.
Friedrich Engels. Situación de la clase obrera en Inglaterra
… la crítica política e ideológica del racismo también es una crítica formal, ya que solo se enfrenta a la obsesión racista de la diferencia sin enfrentarse a la diferencia como ilusión. … No existe una buena utilización de la diferencia. Es algo que revela no solo el racismo, sino todos los esfuerzos antirracistas y humanitarios de promoción y protección de la diferencia.
Jean Baudrillard. La transparencia del mal
Cada cual puede soñar y ha debido soñar toda su vida en una duplicación o una multiplicación perfecta de su ser, pero esto solo tiene fuerza de sueño y se destruye al querer forzar el sueño en lo real. Ocurre lo mismo con la escena (primitiva) de la seducción: solo opera al ser fantaseada, rememorada, al no ser jamás real.
Jean Baudrillard. La transparencia del mal