
No cabe la menor duda de que un santo debe evitar el alcohol, la carne, etcétera, pero, de la misma manera, los seres humanos también deben tratar de evitar la santidad.
George Orwell. Ensayos
Frases y fragmentos de libros que te harán pensar
No cabe la menor duda de que un santo debe evitar el alcohol, la carne, etcétera, pero, de la misma manera, los seres humanos también deben tratar de evitar la santidad.
George Orwell. Ensayos
Nuestros delincuentes son personas que no pueden –o no quieren– crear oro utilizando los mismos procedimientos que la mayoría hemos decidido que son los correctos. Son aquellos que nos venden cosas que pretendemos no desear: cocaína, sexo, estéreos, bicicletas y automóviles «a precios casi regalados». Son aquéllos que están desesperados por su fracaso para alcanzar el «oro» siguiendo los criterios que los demás consideramos adecuados y viven explotando los reinos ocultos de la naturaleza humana que la mayoría negamos hipócritamente. De este modo, creemos erróneamente que al eliminar a los delincuentes nos libraremos también de nuestros propios vicios. Pero esta alternativa es imposible porque lamentablemente ignoramos que nuestros vicios encierran algo esencial para la naturaleza humana, algo que no puede ser encarcelado, abandonado o sacrificado sino que debe ser asumido, comprendido y trabajado alquímicamente.
Jerry Fyerkenstad. Encuentro con la sombra
Cualquier actividad que transforma la manera en que percibimos la realidad es capaz de hacernos disfrutar; un hecho que explica la atracción que sentimos hacia las drogas de todas clases que “expanden la conciencia”, desde las setas mágicas al alcohol o a la actual caja de Pandora de los productos químicos alucinógenos. Pero la conciencia no puede expandirse, todo lo que podemos hacer es modificar sus contenidos, lo que nos da la impresión de haber logrado ensancharla de algún modo. Sin embargo, el precio de la mayoría de alteraciones artificialmente inducidas es la pérdida del control sobre la conciencia que quisimos expandir.
Mihaly Csikszentmihalyi. Fluir: una psicología de la felicidad
La bebida no ahoga las preocupaciones, sino que las riega y hace que crezcan más rápido.
Benjamin Franklin. Almanaque del pobre Richard
¡Un viaje es un lamento lejano de un ritual! Aunque un ritual pueda conducir a estados de consciencia alterada, que fuertemente recuerden a aquellos inducidos por el uso de drogas, esto no funciona a la inversa, las drogas no necesariamente conducen a un ritual mágico.
Petter J. Carroll. La magia del caos
A cuánta gente he visto despreciar la vida por miedo a la muerte. Como si no fuera un don irrepetible, sino un riesgo que debe ponerse a prueba con los gestos más extremados, desde la pérdida de los sentidos —modernos lotófagos de Homero en busca de una anestesia en el alcohol, las drogas y todo tipo de excesos al precio de nuestras vergüenzas más íntimas— hasta la guerra contra enemigos imaginarios que no son nada más que nuestros miedos más íntimos.
Andrea Marcolongo. Etimologías para sobrevivir al caos
Hay adicciones que son terribles y peores que las sectas, las drogas o el alcohol. Estas adicciones son la tristeza, la melancolía, el sentimiento de culpa, el odio, la envidia y los juicios erróneos que tiene mucha gente sobre sus propios semejantes.
Ahimsalara Ribera. Tarot. Viaje al inconsciente
Dado que lo reprimido no queda jamás desterrado, sino que se limita a permanecer latente, reuniendo fuerzas, o bien se infiltra hacia la superficie en formas disimuladas, en la actualidad presenciamos una irrupción creciente de trascendencia reprimida, que va tomando la forma de interés por la meditación, los fenómenos psíquicos, el yoga, las religiones orientales, los estados alterados de conciencia, el biofeedback, las experiencias extracorporales y los estados próximos a la muerte.
Y, como ha estado generalmente reprimida durante todo tiempo, esta avidez de trascendencia asume, en ocasiones, formas extrañas o exageradas, como pueden ser la magia negra, el ocultismo, el abuso de las drogas psicodélicas y la adoración del gurú.
Ken Wilber. La conciencia sin fronteras
Cuando creer en lo eterno resulta imposible, y sólo queda el pobre sustituto de creer en la creencia, los hombres buscan su felicidad en las alegrías temporales. Por mucho que traten de ocultarlo en las profundidades de sus mentes, son bien conscientes de que tales alegrías son inciertas y breves, y esto tiene dos resultados. Por un lado, existe la ansiedad de que uno pueda perderse algo, de modo que la mente se agita nerviosa y codiciosamente, revolotea de un placer a otro, sin encontrar reposo y satisfacción en ninguno. Por otro lado, la frustración de tener siempre que perseguir un bien futuro en un mañana que nunca llega, y en un mundo en el que todo debe desintegrarse, hace que los hombres adopten la actitud de «al fin y al cabo, ¿para qué sirve?».
En consecuencia, nuestro tiempo es una era de frustración, ansiedad, agitación y adicción a los narcóticos. De alguna manera hemos de aferrarnos a lo que podamos mientras podamos, e ignorar el hecho de que todo es fútil y carente de sentido. A esta manera de narcotizarse la llamamos nuestro alto nivel de vida, una estimulación violenta y compleja de los sentidos, que nos hace progresivamente menos sensibles y, así, necesitados de una estimulación aún más violenta. Anhelamos la distracción, un panorama de visiones, sonidos, emociones y excitaciones en el que debe amontonarse la mayor cantidad de cosas posible en el tiempo más breve posible.
Alan Watts. La Sabiduría de la inseguridad
Las cosas de las que más se habla son las que menos existen. La ebriedad, el goce, existen.
Arthur Schnitzler. La ronde