Nunca sabremos por qué irritamos a la gente, que es lo que nos hace simpáticos, qué es lo que nos hace ridículos; nuestra propia imagen es nuestro mayor misterio.
Milan Kundera. La Inmortalidad
Frases y fragmentos de libros que te harán pensar
Nunca sabremos por qué irritamos a la gente, que es lo que nos hace simpáticos, qué es lo que nos hace ridículos; nuestra propia imagen es nuestro mayor misterio.
Milan Kundera. La Inmortalidad
Una urbe como Londres, donde se puede andar durante horas sin siquiera arribar al inicio de un fin, tiene un matiz que desconcierta. Esta concentración ciclópea, esta acumulación de dos millones y medio de habitantes en un solo sitio, ha multiplicado cien veces la fuerza de estos dos millones y medio de hombres (…) Pero todo aquello que ello ha costado se descubre exclusivamente a continuación.
Tras vagar durante varias jornadas por las calles principales (…) se comprueba que estos londinenses se vieron compelidos a sacrificar lo mejor de su humanidad para concretar los milagros de civilización de los que su urbe está repleta (…) que un centenar de energías latentes en ellos se han conservado inertes y fueron acalladas (…). El hervidero de las calles tiene un matiz desagradable, algo frente a lo que el carácter humano se insubordina.
Estos cientos de miles de personas, de todas las clases y variedades que se entremezclan ¿no son todos hombres con iguales virtudes y capacidades y con igual interés en ser dichosos?… Empero se apresuran a adelantarse los unos a los otros, como si no tuvieran factor alguno en común, nada que hacer entre ellos; la única convención que tácitamente los reúne es la de que cada uno conserve su dirección a la derecha al ir por las calles, para que ambos flujos de muchedumbre no se estrellen entre sí. Empero, ninguno de ellos se permite dirigirles a los otros siquiera una mirada.
La indiferencia más bestial, el abroquelamiento indiferente de cada uno en torno de sus personales intereses se muestra más asqueroso y más ofende según más sujetos se apretujen en un más limitado sitio.
Friedrich Engels. Situación de la clase obrera en Inglaterra
… la crítica política e ideológica del racismo también es una crítica formal, ya que solo se enfrenta a la obsesión racista de la diferencia sin enfrentarse a la diferencia como ilusión. … No existe una buena utilización de la diferencia. Es algo que revela no solo el racismo, sino todos los esfuerzos antirracistas y humanitarios de promoción y protección de la diferencia.
Jean Baudrillard. La transparencia del mal
Todos despotricamos contra las distinciones de clase, pero muy poca gente quiere abolirlas de verdad. Lo que nos lleva al importante hecho de que toda opinión revolucionaria extrae parte de su fuerza de la secreta convicción de que no se puede cambiar nada (…). El hecho que hay que afrontar es que abolir las distinciones de clase significa abolir una parte de ti. Aquí estoy yo, el típico miembro de la clase media. Para mí es muy fácil decir que quiero librarme de las distinciones de clase, pero casi todo lo que pienso y hago es el resultado de éstas. Todas mis ideas –mis ideas del bien y el mal, de lo agradable y lo desagradable, de lo divertido y lo serio, de lo feo y lo hermoso– son esencialmente ideas de clase media; mi gusto literario, en la comida y en el vestir, mi idea del honor, mis modales en la mesa, mis giros al hablar, mi acento, incluso los movimientos característicos de mi cuerpo, son los productos de un tipo especial de educación y de una ubicación concreta más o menos a medio camino de la jerarquía social.
George Orwell. The Road to Wigan Pier
Hay una serie de temporalidades asociadas al endeudamiento: para ser capaz de reembolsar la deuda (recordar la promesa realizada) uno ha de ser capaz de tener un comportamiento predecible, regular y calculador. Esto no sólo va en contra de cualquier revuelta futura, con su inevitable anulación de su capacidad de pagar; también implica la eliminación del recuerdo de rebeliones y actos de resistencia colectiva anteriores que trastocaron el normal flujo del tiempo y llevaron a comportamientos impredecibles.
Este sujeto endeudado se ve constantemente expuesto a la inspección evaluadora de los demás: estimaciones individualizadas y cumplimiento de objetivos en el trabajo, clasificaciones crediticias, entrevistas individuales para aquellos que reciben beneficios de créditos públicos. El sujeto se ve así obligado no sólo a demostrar que será capaz de pagar su deuda (y reembolsarla a la sociedad a través de un comportamiento correcto), sino también a demostrar las actitudes correctas y asumir la culpa individual por cualquier fracaso.
Ahí es donde la asimetría entre el acreedor y el deudor se vuelve palpable: el «empresario del yo» endeudado es más activo que el sujeto de los modos de gobierno anteriores y más disciplinarios; no obstante, privado como está de su capacidad de gobernar su tiempo, o de evaluar su comportamiento, su capacidad para la acción autónoma se ve seriamente restringida.
Slavoj Žižek. Problemas en el paraíso
En realidad, hace lo que hacen todos los buenos burgueses. Todos ellos nos dicen que la libre concurrencia, el monopolio, etc., en principio, es decir, considerados como ideas abstractas, son los únicos fundamentos de la vida, aunque en la práctica dejen mucho que desear. Todos ellos quieren la concurrencia, sin las funestas consecuencias de la concurrencia. Todos ellos quieren lo imposible, a saber: las condiciones burguesas de vida, sin las consecuencias necesarios de estas condiciones. Ninguno de ellos comprende que la forma burguesa de producción es una forma histórica y transitoria, como lo era la forma feudal. Este error proviene de que, para ellos, el hombre burgués es la única base posible de toda sociedad, proviene de que no pueden representarse ningún estado social en que el hombre hubiese dejado de ser burgués.
Karl Marx. Carta de Marx a Pavel Vasilyevich Annenkov
Una de las principales razones por las que tan pocas personas se comprenden a sí mismas es que la mayoría de los escritores se pasan el tiempo explicándoles lo que deberían ser y no se molestan casi nunca en decirles lo que son.
Bernard de Mandeville. Fábula de las abejas
El afán de consumo es un afán de obediencia a una orden no pronunciada. En Italia todos sienten ese afán, degradante, de ser iguales a los demás cuando se trata de consumir, de ser felices, de ser libres, porque tal es la orden que inconscientemente han recibido y «deben» obedecer para no sentirse distintos. Nunca la diversidad ha sido una culpa tan espantosa como en este periodo de tolerancia. La igualdad no se ha conquistado, es una falsa igualdad regalada.
Pier Paolo Pasolini. Escritos Corsarios
El hecho de saber que actúo cosificando me cosifica… Por tanto la praxis cosificante no es solo cosificadora de la persona sobre la que recae la acción, sino que revierte sobre mí y me aliena, a su vez, cosificándome.
Carlos Castilla del Pino
Soy ateo, gracias a Dios.
Luis Buñuel