
Castigar activa los circuitos de recompensa del cerebro, es decir, castigar nos resulta placentero.
Pablo Malo. Los peligros de la moralidad
Frases y fragmentos de libros que te harán pensar
Castigar activa los circuitos de recompensa del cerebro, es decir, castigar nos resulta placentero.
Pablo Malo. Los peligros de la moralidad
El marqués de Sade perfeccionó el provocar dolor hasta convertirlo en una forma de placer y, de hecho, la crueldad es una fuente universal de disfrute para las personas que no han desarrollado unas habilidades más elaboradas.
Mihaly Csikszentmihalyi. Fluir: una psicología de la felicidad
Ser sádico no equivale a ser cruel, como suele pensarse. Significa rebajar de rango a una persona o un grupo de personas para ejercer dominio sobre ellas. Tal reducción puede llevarse a cabo mediante la crueldad o mediante cierto tipo de supuesta ternura.
Alfonso López Quintás. La manipulación del hombre a través del lenguaje
La necesidad básica de fundirse con otra persona para trascender de ese modo la prisión de la propia separatidad se vincula, de modo íntimo, con otro deseo específicamente humano, el de conocer el «secreto del hombre». Si bien la vida en sus aspectos meramente biológicos es un milagro y un secreto, el hombre, en sus aspectos humanos, es un impenetrable secreto para sí mismo —y para sus semejantes—. Nos conocemos y, a pesar de todos los esfuerzos que podamos realizar, no nos conocemos. Conocemos a nuestros semejantes y, sin embargo, no los conocemos, porque no somos una cosa, y tampoco lo son nuestros semejantes.
Cuanto más avanzamos hacia las profundidades de nuestro ser, o el ser de los otros, más nos elude la meta del conocimiento. Sin embargo, no podemos dejar de sentir el deseo de penetrar en el secreto del alma humana, en el núcleo más profundo que es «él». Hay una manera, una manera desesperada, de conocer el secreto: es el poder absoluto sobre otra persona; el poder que le hace hacer lo que queremos, sentir lo que queremos, pensar lo que queremos; que la transforma en una cosa, nuestra cosa, nuestra posesión. El grado más intenso de ese intento de conocer consiste en los extremos del sadismo, el deseo y la habilidad de hacer sufrir a un ser humano, de torturarlo, de obligarlo a traicionar su secreto en su sufrimiento. En ese anhelo de penetrar en el secreto del hombre, y por lo tanto, en el nuestro, reside una motivación esencial de la profundidad y la intensidad de la crueldad y la destructividad.
Erich Fromm. El arte de amar
Por razones obvias, las tendencias sádicas son en general menos conscientes y más racionalizadas que los impulsos masoquistas, que no son tan peligrosos como aquellas desde el punto de vista social. Con frecuencia ellas se ocultan por completo detrás de formaciones de carácter reactivo que se expresan bajo forma de exagerada bondad o exagerada preocupación para con los demás. Algunas de las racionalizaciones más frecuentes son estas: «Yo te mando porque sé qué es lo que más te conviene, y en tu propio interés deberías obedecerme sin ofrecer resistencia»
Erich Fromm. El miedo a la libertad