El mundo está repleto de personas que hablan más de la cuenta. Nos las cruzamos constantemente. Son esa plaga en la oficina que nos destroza los lunes relatando cada acto completamente irrelevante de su fin de semana. Es ese imbécil inconsciente que no deja hablar a nadie en una cena mientras los demás fantasean con echarle cicuta a su copa de pinot noir. Es el vecino que llega sin invitación y se pasa una hora contándote historias que ya has oído, el arrogante sabelotodo que interrumpe a los colegas en las reuniones, el humorista que suelta un insulto racista y tira por la borda su carrera, el director general cuyo imprudente tuit hace que le acusen de fraude bursátil. Francamente, también somos la mayoría de nosotros.
Dan Lyons. Cállate: El poder de mantener la boca cerrada en un mundo de ruido incesante