Estos hombres, reducidos a meras “unidades” numéricas, serán alojados, no diremos en casas, pues esa misma palabra sería impropia, sino en “colmenas” cuyos compartimentos estarán todos trazados sobre el mismo modelo y amueblados con estos objetos “fabricados en serie” para hacer desaparecer toda diferencia cualitativa del entorno en el que vivirán. Basta con examinar los proyectos de algunos arquitectos contemporáneos (donde ellos mismos califican estas viviendas de “máquinas vivientes”) para ver que no estamos exagerando nada; ¿qué ha sido del arte y la ciencia tradicionales de los antiguos constructores y de las reglas rituales que presidían el establecimiento de ciudades y edificios en las civilizaciones normales?
Sería inútil insistir en ello, pues habría que estar ciego para no darse cuenta del abismo que separa a la civilización moderna de éstas, y todos estarán sin duda de acuerdo en lo grande que es la diferencia. Sólo que lo que la inmensa mayoría de los hombres celebran hoy como “progreso” es precisamente lo que nos parece, por el contrario, una profunda decadencia, pues es evidente que no son más que los efectos del movimiento descendente, cada vez más acelerado, que arrastra a la humanidad moderna hacia los “bajíos” donde reina la pura cantidad.
René Guénon. El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos