En todas partes, en diferentes grados, la imposibilidad de relacionar lo que se da con lo que se recibe ha matado el sentido del trabajo bien hecho, el sentimiento de responsabilidad; ha suscitado la pasividad, el abandono, el hábito de esperar todo del exterior, la creencia en los milagros. Hasta en el campo, el sentimiento de un lazo profundo entre la tierra que alimenta al hombre y el hombre que trabaja la tierra se ha borrado en gran medida desde que el gusto por la especulación, las variaciones imprevisibles de la moneda y de los precios han habituado al campesino a volver su mirada hacia la ciudad.
El obrero no tiene conciencia de ganar en un acto de producción; simplemente la empresa lo esclaviza diariamente durante largas horas y le otorga cada semana una suma de dinero que le da el poder mágico de conseguir en un instante productos prefabricados exactamente como hacen los ricos. La presencia de innumerables desocupados, la cruel necesidad de mendigar un puesto, hacen que el salario parezca menos un salario que una limosna.
Simone Weil. Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social