Hoy en día la sexualidad sigue portando consigo el estigma del demonio. Todos los intentos realizados para convertirla en algo inofensivo y «natural» han terminado fracasando. Para el hombre moderno la sexualidad sigue siendo diabólica y siniestra. Ciertos movimientos feministas de liberación consideran a la sexualidad como un arma política utilizada por los hombres para someter a las mujeres, convirtiendo entonces a la sexualidad en algo diabólico y exigiendo un intercambio de roles con los hombres para transformarla en algo inofensivo.
Adolf Guggenbühl-Craig. El aspecto demoníaco de la sexualidad