Harbert recogió cantidad de tallos de albaca, de romero, de toronjil y otras plantas que poseen propiedades terapéuticas. Cuando, más tarde, Pencroff preguntó de qué servía toda aquella colección de hierbas, el joven respondió: –Para curarnos a nosotros mismos, cuando estemos enfermos. –¿Y por qué hemos de estar enfermos, si en la isla no hay médicos? –contestó seriamente Pencroff. No cabía réplica a observación tan atinada.
Julio Verne. La isla misteriosa