Pero, si la igualdad de condiciones da a todos los ciudadanos algunos recursos, impide que ninguno de ellos tenga recursos demasiado amplios; cosa que recluye necesariamente los deseos en límites bastante estrechos. En los pueblos democráticos, la ambición es, pues, ardiente y continua, pero no puede apuntar habitualmente muy arriba; y la vida se pasa de ordinario deseando con ardor pequeños objetos que se tienen al alcance.
Lo que más aparta a los hombres en las democracias de la gran ambición, no es la pequeñez de su fortuna, sino el violento esfuerzo que hacen cada día para mejorarla. Fuerzan su alma a emplear todas sus fuerzas a hacer cosas mediocres, lo que no puede dejar de limitar pronto su visión y de circunscribir su poder. Podrían ser mucho más pobres y mantenerse más grandes.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América