Pero cuando la autoridad se emplea con cierta dulzura, agregándole primas y recompensas, es terriblemente desmoralizadora. En este caso, las gentes no se dan cuenta de la opresión atroz ejercida sobre ellas, y llegan al final de su vida en una especie de bienestar grosero, como animales domésticos, sin comprender que piensan con ideas ajenas, que viven conforme a un ideal concebido por otros y que, en definitiva, llevan, por decirlo así, ropas de ocasión y no son nunca, ni un solo instante, ellas mismas.
Oscar Wilde. El alma del hombre bajo el socialismo