Es necesario aprender a amarse a sí mismo con amor sano, con el fin de soportarse a sí mismo y no vagabundear; esto es lo que enseño. Tal vagabundeo ha recibido el nombre de «amor al prójimo»; con esta frase de amor se ha mentido y disimulado inmejorablemente, sobre todo por los que vivían de los demás. Y en verdad aprender a amarse no es un mandato para hoy ni para mañana. Es por el contrario, de todas las artes, la más sutil, la más astuta y la más paciente. Porque toda posesión está muy oculta para su poseedor, y de todos los tesoros, el que os pertenece es el que más tarde se descubre; he ahí la obra del espíritu de la pesadez.
Apenas entramos en la cuna y ya nos dotan con pesadas palabras y pesados valores: «bien» y «mal» se llama este patrimonio. En gracia a estos valores se nos perdona la vida. Y para impedir a tiempo que se amen a sí mismos, dejamos que se acerquen a nosotros: he ahí la obra del espíritu de la pesadez. Y nosotros, ¡nosotros llevamos fielmente aquello con que nos cargan sobre los robustos hombros y a través de áridas montañas! Y si nos lamentamos del calor, se nos dice: «Sí, la vida es pesada de llevar!». ¡Mas quien es pesado de llevar es el hombre mismo! Porque lleva consigo sobre sus hombros demasiadas cosas extrañas. Semejante al camello se arrodilla y se deja cargar abundan temente.