Si amo al mar y a todo lo que al mar se parece, y más aún cuando fogosamente me contradice: si llevo en mí esta alegría del que busca, esta alegría que impulsa las velas hacia lo desconocido; si hay en mi alegría la alegría del navegante: si alguna vez mi júbilo exclamó: «¡Las costas han desaparecido, ahora ha caído mi última cadena — — la inmensidad se agita en torno mío; muy lejos de mí centellean el tiempo y el espacio, ¡vamos!, ¡en marcha, viejo corazón!
Friedrich Nietzsche. Así habló Zaratrusta