Así pues, ningún vicio hay más repulsivo —para que mis palabras vuelvan a su curso—que la codicia, sobre todo en los que hacen cabeza y en quienes rigen la república. En efecto, usar la república para enriquecimiento propio no solo es vil, sino también criminal y abominable. Y así, el oráculo que pronunció el Apolo de Delfos de que Esparta no se perdería por ningún otro motivo que por la codicia, parece una predicción no solo para los lacedemonios, sino también para todos los pueblos ricos. En cambio, quienes están al frente de la república con nada pueden granjearse más fácilmente la benevolencia de la masa que con la sobriedad y la templanza.
Cicerón. Los deberes