Recordemos cuántas veces se mostró nuestra juventud poco celosa de sus deberes, poco cauta en sus palabras, poco sobria en el vino. Se ha irritado uno: démosle tiempo para reconocer lo que ha hecho, él mismo se corregirá. Impondrase castigo; no hay razón para que nosotros hagamos lo mismo que él. Es indudable que el que desprecia los ataques que arrancan de la multitud se coloca más alto que ella: propio es de la verdadera grandeza no sentirse herida.
Séneca. Tratado sobre la ira