Cada cual puede soñar y ha debido soñar toda su vida en una duplicación o una multiplicación perfecta de su ser, pero esto solo tiene fuerza de sueño y se destruye al querer forzar el sueño en lo real. Ocurre lo mismo con la escena (primitiva) de la seducción: solo opera al ser fantaseada, rememorada, al no ser jamás real.
Jean Baudrillard. La transparencia del mal