Por otra parte, siempre hay en las democracias un gran número de hombres con una fortuna que crece, pero con deseos que crecen mucho más deprisa que la fortuna, y que se comen con los ojos los bienes que ésta les promete mucho antes de que los dé. Estos buscan por todos lados abrirse caminos más cortos hacia estos goces próximos.
De la combinación de estas dos causas resulta que siempre hay en las democracias una multitud de ciudadanos con necesidades por encima de los recursos y que de buen grado accederían a satisfacer de manera incompleta antes que renunciar absolutamente al objeto codiciado. El trabajador entiende fácilmente estas pasiones, porque él mismo las comparte. En las aristocracias, intentaba vender sus productos muy caros a unos cuantos; ahora entiende que habría un medio más expeditivo de enriquecerse: venderlos baratos a todo el mundo…
Cuando solo los ricos tenían relojes, casi todos eran excelentes. Ahora apenas se hacen que no sean mediocres, pero todo el mundo tiene. Así, la democracia no solo tiende a dirigir el espíritu humano hacia las artes útiles; lleva los artesanos a hacer muy rápidamente muchas cosas imperfectas, y al consumidor a contentarse con estas cosas.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América