Los deseos condicionados fisiológicamente, como el hambre, la sed y otros más, son satisfechos con el alivio de la tensión fisiológicamente condicionada y reaparecen únicamente si la necesidad fisiológica vuelve a surgir; son, por consiguiente, de naturaleza rítmica. Los deseos irracionales, en contraste, son insaciables. El deseo de la persona envidiosa, posesiva o sádica no desaparece con su satisfacción, excepto —tal vez— momentáneamente.
En la naturaleza misma de estos deseos irracionales reside el que no puedan ser “satisfechos”, pues nacen de una insatisfacción dentro de uno mismo… … Esa bendición, que es la imaginación, se transforma en una maldición; puesto que la persona no se encuentra aliviada de sus temores, se imagina que un constante incremento en las satisfacciones puede curar su avidez y restaurar su equilibrio interior, pero la avidez es un pozo insondable y la idea del alivio derivado de su satisfacción un espejismo.
Erich Fromm. Ética y psicoanálisis