El hecho de saber que actúo cosificando me cosifica… Por tanto la praxis cosificante no es solo cosificadora de la persona sobre la que recae la acción, sino que revierte sobre mí y me aliena, a su vez, cosificándome.
La conciencia de la enajenación no libera de la enajenación. No deja uno de estar alienado por el hecho de ser consciente de la alienación en que está.