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Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Una vida nueva

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Se inquietaba mi alma por saber si acaso era posible instituir una vida nueva, o cuando menos adquirir alguna certeza respecto de ello, sin cambiar el orden antiguo ni la conducta ordinaria de mi vida. Muchas veces lo intenté en vano. Pues lo más frecuente en la vida, lo que los hombres, según puede inferirse de sus acciones, consideran como el bien supremo, se reduce, en efecto, a estas tres cosas: riqueza, honor y placer sensual.

Baruch Spinoza. Tratado de la reforma del entendimiento

Lo falso por lo verdadero

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Muchas afirmaciones y negaciones nacen porque la naturaleza de las palabras se acomoda a ello, pero no la naturaleza de las cosas; por eso, si ignoráramos esto, tomaríamos fácilmente lo falso por lo verdadero.

Baruch Spinoza. Tratado de la reforma del entendimiento

El hombre tiranizado

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—La condición del hombre tiranizado por sus pasiones es la misma que la de un Estado oprimido por un tirano;

Platón. La República

La vida de un amigo de la igualdad

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—Vive al día. El primer deseo que se presenta es el primero que satisface. Hoy tiene deseo de embriagarse entre canciones báquicas y mañana ayunará y no beberá más que agua. Tan pronto se ejercita en la gimnasia como está ocioso y sin cuidarse de nada. Algunas veces es filósofo, las más es hombre de Estado; sube a la tribuna, habla y obra sin saber lo que dice ni lo que hace. Un día envidia la condición de los guerreros y hele aquí convertido en guerrero; otro día se convierte en negociante, por envidia de los negociantes. En una palabra, en su conducta no hay nada fijo, nada de arreglado; y llama a la vida que pasa, vida libre y agradable, vida dichosa. —Nos has pintado al natural la vida de un amigo de la igualdad —dijo. —Este hombre, que reúne en sí toda clase de costumbres y de caracteres, tiene toda la gracia y la variedad del Estado popular; y no es extraño que tantas personas de uno y otro sexo encuentren tan encantador un género de vida en el que aparecen unidas casi todas las clases de gobiernos y caracteres.

Platón. La República

Los malvados

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—Es claro que en todo Estado en que veas pobres —dije yo—, hay ladronzuelos, rateros, sacrílegos y malvados de todas especies.

Platón. La República

Y a esto lo llaman sabiduría

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Todos esos particulares mercenarios que el pueblo llama sofistas, y que juzga que las lecciones que dan son opuestas a lo que el mismo pueblo cree, no hacen otra cosa que repetir a la juventud las máximas que el pueblo profesa en sus asambleas, y a esto llaman sabiduría.

Figúrate un hombre que hubiese observado los movimientos instintivos y los apetitos de un animal grande y robusto, el punto por el que se podrá aproximar a él y tocarle, cuándo y por qué se enfurece o se aplaca, qué voz produce en cada ocasión, y por qué y qué tono de la de otros le apacigua o le irrita, y que, después de haber aprendido todo esto con el tiempo y la experiencia, formase una ciencia que, como un sistema, se pusiese a enseñar, sin servirse, por otra parte, de ninguna regla para discernir lo que en estos hábitos y apetitos es hermoso o feo, bueno o malo, justo o injusto; conformándose en sus juicios con el instinto del animal, llamando bien a todo lo que le halaga y causa placer, mal a todo lo que le irrita; justo y bello a lo que es inevitable; sin hacer otra distinción, porque no sabe la diferencia esencial que hay entre lo que es bueno y lo que es inevitable; diferencia que no conoció jamás, ni está en estado de hacerla conocer a los demás. ¿No te parecería, por Zeus, bien ridículo un maestro semejante? 

Platón. La República

El extremo de la cadena

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Nuestros contemporáneos son incesantemente atormentados por dos pasiones enemigas: sienten la necesidad de ser guiados y el deseo de permanecer libres. No pudiendo destruir ni el uno ni el otro de estos instintos contrarios, se esfuerzan en satisfacer a los dos al mismo tiempo. Imaginan un poder único, tutelar, todopoderoso, pero elegido por los ciudadanos. Combinan la centralización y la soberanía del pueblo. Esto les da algún respiro. Se consuelan de estar tutelados, pensando que son ellos mismos los que eligen a sus tutores. Cada individuo soporta que le aten, porque ve que no es un hombre ni una clase, sino el mismo pueblo, quien sostiene el extremo de la cadena. En este sistema, los ciudadanos salen un momento de la dependencia para indicar a su amo, y vuelven a entrar. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

El poder público

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Los siglos democráticos son tiempos de pruebas, de innovaciones y de aventuras. Siempre hay una multitud de hombres que están comprometidos en una empresa difícil o nueva que persiguen aparte, sin preocuparse por sus semejantes. Estos aceptan, por principio general, que el poder público no debe intervenir en los asuntos privados; pero, como excepción, cada uno de ellos desea que le ayude en el asunto especial que le preocupa, y trata de atraer la acción del gobierno hacia su parte, queriendo restringirla en todas las demás.

Como una multitud de hombres tienen al mismo tiempo sobre un puñado de objetos diferentes esta visión particular, la esfera del poder central se extiende imperceptiblemente, si bien cada uno de ellos desea restringirla. Un gobierno democrático aumenta, pues, sus atribuciones por el solo hecho de durar. El tiempo trabaja a su favor; todos los accidentes le benefician; las pasiones individuales le ayudan incluso inconscientemente, y se puede decir que se hace más centralizado cuanto más vieja es la sociedad democrática.

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Los pequeños intereses domésticos

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Si los ciudadanos continúan recluyéndose cada vez más estrechamente en el círculo de los pequeños intereses domésticos, y continúan agitándose sin descanso, podemos temer que acabarán convirtiéndose en inaccesibles a las grandes y poderosas emociones públicas que alteran los pueblos, pero que los desarrollan y los renuevan.

Cuando veo que la propiedad se vuelve tan cambiante, y el amor de la propiedad tan inquieto y tan ardiente, no puedo evitar temer que los hombres llegarán al punto de considerar toda nueva teoría como un peligro, toda innovación como una molestia desagradable, todo progreso social como un primer paso hacia una revolución, y que se negarán completamente a moverse por miedo a ser arrastrados.

Tiemblo, lo confieso, de pensar que finalmente se dejen poseer por un amor mezquino por los goces presentes de modo que desaparezca el interés por su propio futuro y el de sus descendientes, y que prefieran seguir indolentemente el curso de su destino que hacer, si es necesario, un esfuerzo repentino y enérgico para enderezarlo. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Plantas terapéuticas

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Harbert recogió cantidad de tallos de albaca, de romero, de toronjil y otras plantas que poseen propiedades terapéuticas. Cuando, más tarde, Pencroff preguntó de qué servía toda aquella colección de hierbas, el joven respondió: –Para curarnos a nosotros mismos, cuando estemos enfermos. –¿Y por qué hemos de estar enfermos, si en la isla no hay médicos? –contestó seriamente Pencroff. No cabía réplica a observación tan atinada.

Julio Verne. La isla misteriosa

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