Los siglos democráticos son tiempos de pruebas, de innovaciones y de aventuras. Siempre hay una multitud de hombres que están comprometidos en una empresa difícil o nueva que persiguen aparte, sin preocuparse por sus semejantes. Estos aceptan, por principio general, que el poder público no debe intervenir en los asuntos privados; pero, como excepción, cada uno de ellos desea que le ayude en el asunto especial que le preocupa, y trata de atraer la acción del gobierno hacia su parte, queriendo restringirla en todas las demás.
Como una multitud de hombres tienen al mismo tiempo sobre un puñado de objetos diferentes esta visión particular, la esfera del poder central se extiende imperceptiblemente, si bien cada uno de ellos desea restringirla. Un gobierno democrático aumenta, pues, sus atribuciones por el solo hecho de durar. El tiempo trabaja a su favor; todos los accidentes le benefician; las pasiones individuales le ayudan incluso inconscientemente, y se puede decir que se hace más centralizado cuanto más vieja es la sociedad democrática.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América