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Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Perderlo todo

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Pero los hombres que viven en una comodidad igualmente alejada de la opulencia y de la miseria, otorgan a sus bienes un valor inmenso. Como todavía son muy próximos a la pobreza, ven de cerca sus rigores, y los temen; entre la pobreza y ellos, no hay nada más que un pequeño patrimonio en el que enseguida fijan sus miedos y sus esperanzas.

A cada instante se interesan más a causa de las preocupaciones constantes que les da, y se atan por los esfuerzos diarios que hacen para aumentarlo. La idea de ceder una mínima parte les es insoportable, y consideran su pérdida completa como la última de sus desgracias. Ahora, es el número de estos pequeños propietarios ardientes e inquietos lo que la igualdad de condiciones hace crecer constantemente. Así, en las sociedades democráticas, la mayoría de ciudadanos no ve claramente lo que podría ganar en una revolución, y siente a cada instante, y de mil maneras, lo que podría perder.

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Saborear placeres vulgares

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Los moralistas se quejan constantemente de que el vicio favorito de nuestra época es el orgullo. Esto es verdad en cierto sentido: no hay nadie, en efecto, que no crea valer más que su vecino y que acepte obedecer a su superior. Pero es muy falso en otro sentido; porque este mismo hombre, que no puede soportar ni la subordinación ni la igualdad, sin embargo, se desprecia a sí mismo hasta el punto de que se cree hecho solo para saborear placeres vulgares. Se detiene normalmente en deseos mediocres sin osar embarcarse en altas empresas; apenas se las imagina. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Forzar el alma

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Pero, si la igualdad de condiciones da a todos los ciudadanos algunos recursos, impide que ninguno de ellos tenga recursos demasiado amplios; cosa que recluye necesariamente los deseos en límites bastante estrechos. En los pueblos democráticos, la ambición es, pues, ardiente y continua, pero no puede apuntar habitualmente muy arriba; y la vida se pasa de ordinario deseando con ardor pequeños objetos que se tienen al alcance.

Lo que más aparta a los hombres en las democracias de la gran ambición, no es la pequeñez de su fortuna, sino el violento esfuerzo que hacen cada día para mejorarla. Fuerzan su alma a emplear todas sus fuerzas a hacer cosas mediocres, lo que no puede dejar de limitar pronto su visión y de circunscribir su poder. Podrían ser mucho más pobres y mantenerse más grandes. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Ser arrastrado por la multitud

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En las democracias, en las que los ciudadanos no difieren nunca mucho unos de otros, y se encuentran naturalmente tan cerca que a cada instante puede pasar que se confundan todos en una masa común, se crea una multitud de clasificaciones artificiales y arbitrarias con la ayuda de las cuales todo el mundo intenta ponerse aparte, por temor a ser arrastrado a regañadientes en la multitud. No puede dejar de ser nunca así; porque se pueden cambiar las instituciones humanas, pero no el hombre. Sea cual sea el esfuerzo general de una sociedad para hacer los ciudadanos iguales y similares, el orgullo particular de los individuos intentará escapar siempre del nivel, y querrá crear en algún lugar una desigualdad de la que se beneficien.

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Los ciudadanos de una democracia

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Todos los hombres que viven en los tiempos democráticos contraen más o menos los hábitos intelectuales de las clases industriales y comerciantes; su espíritu toma un aspecto serio, calculador y positivo; se aparta de buen grado del ideal para dirigirse hacia algún objetivo visible y cercano que se presenta como el natural y necesario objeto de sus deseos. La igualdad no destruye así la imaginación; pero la limita y no le permite volar más que a ras de suelo. No hay nada menos soñador que los ciudadanos de una democracia, y apenas los hay que se quieran abandonar a estas contemplaciones ociosas y solitarias que de ordinario preceden y que producen las grandes agitaciones del corazón.

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

El amo y el trabajador

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Mientras el trabajador aplica cada vez más su inteligencia al estudio de un solo detalle, el amo pasea cada día su mirada sobre un conjunto más vasto, y su espíritu se extiende en la misma proporción que el del otro encoge…

El uno se parece cada vez más al administrador de un vasto imperio, y el otro a una bestia. El amo y el trabajador no tienen aquí, pues, nada parecido, y difieren cada día más. Solo se aguantan como las dos anillas extremas de una larga cadena. Cada uno ocupa un lugar hecho para él y que no abandona. Uno se encuentra en una dependencia continua, estrecha y necesaria del otro, y parece nacido para obedecer, como el otro para mandar. ¿Qué es esto sino la aristocracia? 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Pagar con el alma

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Es difícil luchar contra el deseo; pues lo que quiere, lo compra al precio del alma.

Heráclito de Éfeso

La pasión por el bienestar

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Así, los hombres de los tiempos democráticos tienen necesidad de ser libres a fin de procurarse más fácilmente los goces materiales por los que constantemente suspiran. A veces ocurre, sin embargo, que el gusto excesivo que conciben por estos mismos goces los entrega al primer amo que se presenta. La pasión por el bienestar se vuelve entonces contra sí misma y aleja, sin darse cuenta, el objeto de su deseo. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

El alma se aburre

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No es el hombre quien se ha dado a sí mismo el gusto por el infinito y el amor de lo que es inmortal. Estos instintos sublimes no nacen de un capricho de su voluntad; tienen su fundamento inmóvil en su naturaleza; existen a pesar de sus esfuerzos. El hombre puede equivocarlos y deformarlos, pero no destruirlos. El alma tiene necesidades que satisfacer; y, por muchos esfuerzos que se hagan para distraerla de sí misma, pronto se aburre, se inquieta y se agita en medio de los goces de los sentidos. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Desear un objeto precioso

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Lo que ata más vivamente al corazón humano no es la posesión pacífica de un objeto precioso, sino el deseo imperfectamente satisfecho de poseerlo y el temor incesante de perderlo.

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

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