Los valores espirituales han sido identificados con niveles de realidad cada vez más bajos; el pensamiento, con el cerebro, el genio, con la locura, la santidad, con la sexualidad, el arte, con la coprofilia, la espiritualidad, con la lucha de clases, la cultura con la sangre del pueblo que la ha producido, etc. Esta «masificación» y empobrecimiento de la intervención del profano, del no-iniciado, responde, sin duda, a la estructura íntima del siglo XIX; siglo que juzgaba la validez de cualquier realidad apoyándose exclusivamente en criterios sensoriales.
Micea Eliade. Fragmentarium