Lo que hace al ser humano tan propenso a dejarse movilizar por las causas más diversas (una declaración de guerra, una instalación artística, un partido de fútbol o un correo electrónico) es que el movimiento, mucho más que la contemplación y la comprensión que de ella pudiera derivar, es la vocación profunda de un simio que comenzó a correr en las sabanas y nunca ha dejado de hacerlo, aun cuando haya dado a ese movimiento otros nombres y lo haya potenciado mediante la técnica. Es precisamente esta predisposición atávica la que despierta Forrest Gump cuando provoca la admiración nacional lanzándose a correr por todo Estados Unidos. ¿No es eso lo que dice el proverbio? «Quien no tiene cabeza tiene que tener pies.»
Maurizio Ferraris. La imbecilidad es cosa seria