El viajar ha pasado a convertirse, pues, de raíz de la felicidad en una obligación penosa y desagradabilísima. El viajero es considerado hoy un infeliz, una especie de botarate de menor cuantía que va dando tumbos por el mundo porque no tiene más remedio. Al viajero de hoy se le concede, desde luego, una indudable fuerza física, no solo por lo que hace referencia al empuje indispensable para asaltar un tren o un autobús, sino para organizar una buena defensiva destinada al mantenimiento de las posiciones adquiridas.
Se le presumen, además, unas tales dotes para el ejercicio de la paciencia y de la mansedumbre, que uno sospecha si no las tendrá rayanas en la bobaliconería. ¡Cómo han cambiado las cosas y los tiempos! Ahora, los sedentarios contemplan compasivamente a los viajeros y les dicen con una punta de ironía: —¿Se marcha usted? ¡Cómo le compadecemos!
Josep Pla. Viaje en autobús