«¿Dónde esta la frontera entre el derecho a la felicidad personal y el nuevo amor, por un lado, y el egoísmo irresponsable que destrozaría una familia y quizás haría daño a los niños, por el otro?», pregunta Ivan Klima. Trazar esta frontera con exactitud puede ser una tarea angustiosa, pero podemos estar seguros de una cosa: se halle la frontera donde se halle, se viola en el momento en que el acto de atar y desatar los vínculos humanos se declara moralmente indiferente y neutral, de modo que los actores están liberados a priori de la responsabilidad por las consecuencias para el otro de sus actos: de la misma responsabilidad incondicional que promete el amor, en la salud y en la enfermedad, y que lucha por construir y preservar. «La creación de una relación mutua buena y duradera», en clara oposición con la búsqueda de diversión mediante objetos de consumo, «exige un esfuerzo enorme».
Zygmunt Bauman. El arte de la vida