¿Qué ocurre, entonces, cuando nuestro yo irracional cobra vida en un lugar emocional que nosotros creemos que nos es familiar, pero que en realidad no lo es? Si no somos capaces de conocernos realmente a nosotros mismos, ¿es posible predecir de algún modo cómo nos comportaremos, o cómo lo harán otros, cuando «perdamos la cabeza», cuando estemos de verdad enfadados, hambrientos, aterrorizados o sexualmente excitados? ¿Y es posible hacer algo al respecto?
Dan Ariely. Las trampas del deseo