¿Cómo podemos lograr estar asombrados por lo extraño que nos resulta el mundo y, sin embargo, al mismo tiempo, permanecer en él con la tranquilidad de sentirnos en casa? ¿Cómo puede esta extraña ciudad cósmica, con sus ciudadanos de muchas piernas, con sus lámparas monstruosas y antiguas, cómo puede este mundo brindarnos a la vez la fascinación de una ciudad extraña y la comodidad y el honor de ser nuestra propia ciudad?
G.K. Chesterton. La ética en el país de los duendes