Por último, el neoconsumidor no quiere tanto proclamar un «peso» social ante los demás como ponerse en movimiento y olvidar la pesadez del presente: las luchas simbólicas de clase han sido reemplazadas por objetivos de aligeramiento en las vivencias individuales. En la actualidad, el consumo funciona en buena medida como paliativo de deseos incumplidos, medio para «recuperar la moral», provisión de consuelo, pequeña embriaguez capaz de hacer olvidar, aunque sea un momento, las desgracias, decepciones y frustraciones de cada cual. De las incesantes variaciones de los bienes de consumo esperamos que nos quiten de encima la pesadez de la vida, dinamizando unas veces más, otras menos, la cotidianidad. El consumo de nuestros días se parece a un viaje: se siente como una evasión ligera cuya función es oxigenar o animar el presente. Por permitirnos combatir los tiempos muertos de la jornada, suspender la pesadez de las rutinas e intensificar o «rejuvenecer» las vivencias del presente, el consumo hipermoderno debe concebirse como un instrumento de aligeramiento de la existencia, concreto pero cotidiano.
Gilles Lipovetsky. De la ligereza