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Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

La culpa no está en los lugares

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Por ser muy propio de enfermos no durar mucho en un estado, tomando por remedio las mudanzas. De aquí nace el hacerse vagas peregrinaciones y el navegar remotos mares haciendo, ya en el agua y ya en la tierra, experiencia de la enemiga liviandad. Unas veces decimos que queremos ir a la provincia de Campania; y cuando nos cansa lo deleitable, pasamos a los bosques Brucios y Lucanos; y tras esto queremos que en la montaña se procure algún sitio de recreación en que los lascivos ojos se eximan de la prolija inmundicia de lugares hórridos; y para esto vamos a Taranto, y a su celebrado puerto y a otros sitios de cielo más templado, para pasar el invierno en las casas que fueron otro tiempo capaces y opulentas a su antigua población.

Luego decimos «Volvamos a la ciudad, porque ha muchos días que nuestras orejas carecen del estruendo y aplauso, y tenemos gusto de ver en los espectáculos derramar sangre humana, pasando de unas fiestas en otras.» Y de este modo, como dijo Lucrecio, anda cada uno huyendo de sí: pero ¿de qué le aprovecha, si nunca acaba de ejecutar la huida? Va siguiéndose a sí mismo, con que le molesta un pesado compañero. Conviene, pues, que nos desengañemos, confesando que la culpa no está en los lugares, sino en nosotros, que somos flacos para sufrir mucho tiempo el trabajo o el deleite, nuestras cosas o las ajenas.

Séneca. De la tranquilidad del ánimo

No entregues tu mente

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Si una persona entregara tu cuerpo a algún transeúnte, sin duda te enojarías. ¿Y por qué no sientes vergüenza cuando entregas tu mente al que te injuria, dejándote desconcertado y confundido?

Epicteto. El Enchiridion

Los hipersensibles

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No hay gentes más egoístas que las que alardean de hipersensibles. Por ahorrarse la pena de presenciar el ajeno dolor son capaces de abandonar a la persona más querida. 

Santiago Ramón y Cajal. Charlas de café

Honradez del entendimiento

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De igual modo que hay una honradez de la voluntad, hay una honradez del entendimiento: estudiar a fondo las cosas y saber cambiar desinteresadamente de opinión.

Santiago Ramón y Cajal. Charlas de café

Un ejército formidable

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Jamás discutamos con fanáticos empedernidos. Porque no contendemos con un hombre, sino con un ejército formidable, cuyos aliados invisibles, apostado a retaguardia del tiempo y del espacio, no pueden oírnos. Guardando las espaldas a nuestro contrincante están los modeladores de su cerebro y de sus ideas, es decir, sus padres, maestros y amigos, la casta social a que pertenece y, en fin, el innumerable séquito de muertos ilustres, que nos oponen su orgullo dogmático y sus errores a veces interesados. ¿Cómo vamos a convencer a difuntos y ausentes?

Santiago Ramón y Cajal. Charlas de café

El tesoro de su fe

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Nada odia más el fanático que al audaz contradictor de su verdad; porque, por más que alardee de imparcial, allá en el fondo de su conciencia no está muy seguro de aquella y mira con horror a cuantos le disputan el tesoro de su fe, a la que debe, aparte la tranquilidad del ánimo, el inestimable don del ahorro del pensamiento. De mí se puede decir que, por haber olvidado este consejo -harto vulgar por otra parte-, he perdido docenas de amigos. Aunque bien miradas las cosas, ¿merecen el nombre de tales quienes, en su intransigencia dogmática, pretenden arrebatarnos el excelso privilegio de discurrir por cuenta propia?

Santiago Ramón y Cajal. Charlas de café

Decirse la verdad

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¿Quién hay que tenga valor para decirse la verdad a sí mismo? ¿Quién es el que, metido entre la multitud de aduladores, no se lisonjeó?

Séneca. De la tranquilidad del ánimo

Personas angelicales

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Todos conocemos personas tan candorosas, tan angelicales, que por no tener dobleces no los tienen ni en el cerebro. Con todo, estos dechados de bondad y sumisión, verdaderos leiencéfalos de la fauna política, llegan a directores generales y hasta a ministros. ¡Son tan fieles, tan serviciales y tan buenos! ¡Cómo negarles nada?… 

Santiago Ramón y Cajal. Charlas de café

Dime cuánto dinero tienes

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Ha pasado a ser tópico vulgar aquello de: dime cuánto dinero tienes y adivinaré tus opiniones. Esta relación crematisticodialéctica se confirma casi siempre. Y, sin embargo, de vez en cuando se dan curiosas excepciones. Aludimos al prócer, al hombre de carrera brillante o al millonario que, sintiéndose apóstoles, abogan fogosamente en pro del socialismo y hasta del comunismo. Sin duda que entre estos redentores inesperados, encuéntranse convicciones sinceras; pero, en general, nos parecen paradojistas vanidosos o hipócritas elegantes. Después de todo, ¿qué pierden con simular generosidad y altruismo sabiendo que eso del reparto va para largo, y que, en último caso, el temido rasero nivelador no habrá de estrenarse en ellos?

Santiago Ramón y Cajal. Charlas de café

El deseo exige

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Recuerda que el deseo exige el logro de aquello que uno desea; y aversión exige evitar aquello a lo que tú te opones; que el que falla en obtener el objeto de sus deseos se decepciona; y el que obtiene el objeto de su aversión se vuelve miserable.

Epicteto. El Enchiridion

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