Todos conocemos personas tan candorosas, tan angelicales, que por no tener dobleces no los tienen ni en el cerebro. Con todo, estos dechados de bondad y sumisión, verdaderos leiencéfalos de la fauna política, llegan a directores generales y hasta a ministros. ¡Son tan fieles, tan serviciales y tan buenos! ¡Cómo negarles nada?…
Santiago Ramón y Cajal. Charlas de café