Ha pasado a ser tópico vulgar aquello de: dime cuánto dinero tienes y adivinaré tus opiniones. Esta relación crematisticodialéctica se confirma casi siempre. Y, sin embargo, de vez en cuando se dan curiosas excepciones. Aludimos al prócer, al hombre de carrera brillante o al millonario que, sintiéndose apóstoles, abogan fogosamente en pro del socialismo y hasta del comunismo. Sin duda que entre estos redentores inesperados, encuéntranse convicciones sinceras; pero, en general, nos parecen paradojistas vanidosos o hipócritas elegantes. Después de todo, ¿qué pierden con simular generosidad y altruismo sabiendo que eso del reparto va para largo, y que, en último caso, el temido rasero nivelador no habrá de estrenarse en ellos?
Santiago Ramón y Cajal. Charlas de café