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Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

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Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Tema: Creer

Una cesta de delicada textura

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Yo también había tejido una cesta de delicada textura, pero no convencí a nadie de que valiera la pena comprarla . Sin embargo, no pensé que no mereciera la pena tejerlas y, en lugar de estudiar cómo conseguir que los hombres creyeran que valía la pena comprar mis cestas, estudié cómo evitar la necesidad de venderlas.

Henry David Thoreau. Walden

Un infierno en el cielo

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La mente es un lugar propio, y en sí misma puede ser un cielo en el infierno, o un infierno en el cielo.

John Milton. Paraíso perdido

El desarrollo del lenguaje

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Si alguien quisiera proponer que un niño experimenta la pubertad digamos que por la presión de sus semejantes («otros hacen lo mismo, así que allá voy yo»), a todo el mundo le parecería una rematada estupidez. Sin embargo, no es más ridículo que la creencia de que el desarrollo del lenguaje es resultado de la experiencia. 

Noam Chomsky. La arquitectura del lenguaje

Entregaron la mente

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Muchos seres humanos, ofuscados por lo que vieron o sintieron en un momento determinado, entregaron la mente, y ya no fueron capaces posteriormente de juzgar y de ver que las cosas que les mandaban creer y practicar, no tenían sentido.

Salvador Freixedo. ¡Defendámonos de los Dioses!

La fe en lo que podemos ser

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¿Qué va a salvarte? Desde el totalitarismo se viene a decir: «La fe en lo que ya sabes». Pero no es eso lo que te salva. Lo que te salva es la voluntad de aprender de aquello que no sabes. Esa es la fe en la posibilidad de la transformación humana. Es la fe en el sacrificio de la versión actual de uno mismo para alcanzar la versión que podríamos ser.

Jordan Peterson. 12 reglas para vivir: un antídoto al caos

Lo que perturba a los hombres

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Los hombres se ven perturbados no por las cosas, sino por las opiniones sobre las cosas.

Epicteto. Manual de vida

Demasiado mansos

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Estamos en camino de producir una raza de hombres demasiado modestos mentalmente para creer en la tabla de multiplicar. Corremos el peligro de ver filósofos que dudan de la ley de la gravedad como si esta fuese una mera fantasía propia. Los burladores de la antigüedad eran demasiado orgullosos para ser convencidos; pero los de hoy son demasiado humildes para ser convencidos. Los mansos efectivamente heredan la tierra; pero los escépticos modernos son demasiado mansos incluso para reclamar su herencia.

G.K. Chesterton. Ortodoxia

Con un pie en el país de las hadas

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El hombre corriente siempre ha estado cuerdo porque siempre ha sido un místico. Ha permitido el crepúsculo. Siempre ha tenido un pie en la tierra y el otro en el país de las hadas. Siempre se ha dejado libre para dudar de sus dioses, pero (a diferencia del agnóstico de hoy) también para creer en ellos. Siempre se ha preocupado más por la verdad que por la coherencia. Si viera dos verdades que parecieran contradecirse, se llevaría las dos verdades y la contradicción junto con ellas. Su visión espiritual es estereoscópica, como su visión física: ve dos imágenes diferentes a la vez y, sin embargo, ve mucho mejor por ello. Por eso siempre ha creído que existe el destino, pero también el libre albedrío.

G.K. Chesterton. La ética en el país de los duendes

Creó a su padre y a su madre

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Hay un escéptico mucho más terrible que el que cree que todo comenzó en la materia. Es posible encontrar al escéptico que cree que todo comenzó en él mismo. No duda de la existencia de ángeles o demonios, sino de la existencia de hombres y vacas. Para él, sus propios amigos son una mitología inventada por él mismo. Él creó a su propio padre y a su propia madre. Esta horrible fantasía tiene algo decididamente atractivo para el egoísmo un tanto místico de nuestros días.

G.K. Chesterton. La ética en el país de los duendes

Manzanas doradas

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Los cuentos dicen que las manzanas eran doradas, sólo para refrescarnos la fascinación de aquel momento olvidado en que descubrimos que eran verdes. Hablan de ríos donde corre el vino, sólo para recordarnos, por un instante feliz, que lo que corre es agua. He dicho antes que esto es totalmente razonable y nada crédulo. Pero en este punto prefiero el mayor grado de incredulidad; cuyo mejor nombre es la Ignorancia.

G.K. Chesterton. La ética en el país de los duendes

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