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Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

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Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Frases de Fundamentalismo

Los grandes acontecimientos

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Los grandes acontecimientos de la Historia son debidos frecuentemente a cambios seculares en el crecimiento de la población y a otras causas económicas fundamentales, que, escapando, por su carácter gradual, al conocimiento de los observadores contemporáneos, se atribuyen a las locuras de los hombres de Estado o al fanatismo de los ateos.

John Maynard Keynes. Las consecuencias económicas de la paz

El terrorismo de las buenas obras

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El terrorismo de las Buenas Obras no se parece a ningún otro. Tiene la pinta del tiempo que se evapora, de los mareos provocados por el licor, de los atentados con eufemismos, de los salvajes bombardeos con buenas palabras.

Querer “denunciarlo” es ya adoptar su lenguaje. Identificar sus elementos es una hazaña casi imposible. Lo mismo que buscar a sus responsables. La invasión hacia la que caminamos, un poco encorvados pero sonrientes, a regañadientes a veces pero fascinados, tiene esto de particular: que estamos obligados a analizar mediante artificios sus componentes si queremos hablar de ella.

Podemos decir “los medios”, “el espectáculo”, “las imágenes”, pero nunca será del todo eso. Pocas palabras llegan a la altura de ese Algo que huye sin cesar empapándonos completamente de su euforia.

Philippe Muray. El Imperio del Bien

Las persecuciones religiosas

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La idea de que es deber del hombre procurar que sus semejantes sean religiosos, ha sido la causa de todas las persecuciones religiosas que ha sufrido la humanidad; y si se admite esa idea, las persecuciones religiosas quedarán justificadas plenamente.

John Stuart Mill. Sobre la libertad

Cambiar por amor al cambio

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A lo que parece, un pueblo puede mantenerse en estado progresivo durante un cierto tiempo y detenerse después. ¿Cuándo se detiene? Cuando cesa de poseer individualidad. Si un cambio semejante llegara a afectar a las naciones de Europa, no se efectuaría del mismo modo: el despotismo de la costumbre que amenaza a estas naciones no consiste precisamente en el estacionamiento; prohibe la singularidad, pero no pone obstáculo a posibles cambios, con tal de que todo cambie a la vez. Hemos acabado con las costumbres fijas de nuestros antecesores, cada cual se viste ahora igual que todos los demás; pero la moda puede cambiar una o dos veces por año.

Así que nos preocupamos de que cuando haya un cambio se produzca por amor al cambio, y no por ninguna idea de belleza o de conveniencia; pues la misma idea de belleza o conveniencia no atraería a todo el mundo en el mismo momento, ni tampoco sería abandonada por todos en un cierto otro momento. Pero nosotros somos por igual progresivos y variables; inventamos continuamente cosas nuevas en mecánica, y las conservamos hasta que son reemplazadas por otras mejores; estamos prontos a aceptar mejoras en la política, en la educación, e incluso en las costumbres, si bien en este último caso, nuestra idea de mejora consista sobre todo en hacer a los demás, por fuerza o de grado, tan buenos como nosotros mismos

John Stuart Mill. Sobre la libertad

La colisión de opiniones

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Es seguro que toda verdad creída por hombres de poca capacidad será proclamada, inculcada, e incluso puesta en práctica, como si no existiera ninguna otra verdad en el mundo, o al menos otra que pueda limitar o modificar a la primera. Reconozco que ni la más libre discusión impide la tendencia de las opiniones a convertirse en sectarias; al contrario, suele suceder a menudo que ello la acrece y exacer-ba; aquella verdad que debiera haber sido advertida, pero que no lo fue, es rechazada con mayor violencia porque la proclaman personas consideradas como adversarias. Pero no es en el partidario apasionado, sino en el espectador calmoso y desinteresado, donde la colisión de opiniones produce un efecto saludable.

John Stuart Mill. Sobre la libertad

Por temor a la herejía

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Pero la prohibición de todos los argumentos que no conducen a la pura ortodoxia no perjudica sólo al espíritu de los disidentes. Los que primeramente sufren sus resultados son los ortodoxos mismos, cuyo desarrollo intelectual se agota y cuya razón llega a sentirse dominada por el temor a la herejía.

John Stuart Mill. Sobre la libertad

El control de la conciencia individual

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La Inquisición, guiada desde su fundación, en 1233, por los inflexibles intelectos de la orden de los dominicos, había desarrollado las técnicas que atormentarían a las católicas Europa y Latinoamérica durante los siglos venideros y, andando el tiempo, proporcionarían el modelo del reciente control totalitario de la conciencia individual.

Stephen O’Shea. Los cátaros: la herejía perfecta

Ni las epidemias de peste

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Si un hombre se figurase que yo soy su enemigo declarado y me matara, yo estaría muerto a causa de una mera imaginación. Las imaginaciones existen y pueden ser tan reales y tan nocivas y peligrosas como los estados físicos. Opino, inclusive, que los trastornos anímicos son harto más peligrosos que las epidemias o terremotos. Ni las epidemias de peste o de viruela medievales han matado a tantos hombres como ciertas discrepancias de opinión en el año 1914 o ciertos «ideales» políticos en Rusia. 

Carl Gustav Jung. Psicología y religión

Representar lo invisible

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Mal asunto esa manía compulsiva de querer catalogar lo incatalogable, nombrar lo inefable y representar lo invisible. Acto de soberbia y de locura, que siempre está abocado al ridículo o al fanatismo. 

Jaime Buhigas. Laberintos

Nadie tiene el monopolio del fanatismo

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El siglo XX nos habrá enseñado que ninguna doctrina es por sí misma necesariamente liberadora: todas pueden caer en desviaciones, todas pueden pervertirse, todas tienen las manos manchadas de sangre: el comunismo, el liberalismo, el nacionalismo, todas las grandes religiones, y hasta el laicismo. Nadie tiene el monopolio del fanatismo, y, a la inversa, nadie tiene tampoco el monopolio de lo humano.

Amin Maalouf. Identidades asesinas

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