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Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

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Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Frases de Mal

la imbecilidad deriva del mal

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Tan cierto es que el origen del mal no reside en la ignorancia, como suponía Sócrates, sino en la imbecilidad como que no se lo supera simplemente con el saber. La akrasia, la debilidad de la voluntad, inexplicable sobre la base de la ignorancia (porque una vez que sé que los azúcares engordan, debería dejar de consumirlos), resulta en cambio muy fácil de explicar con la imbecilidad (continúo porque soy un estúpido).

La imbecilidad es ajena al intelectualismo, pues se puede ser un genio del mal y al mismo tiempo imbécil. El intelectualismo afirma que somos malos por ignorancia y que, si fuéramos sabios, seríamos buenos. La doctrina de la caída o del mal originario sostiene que somos malos por naturaleza. Personalmente, sugiero que somos indudablemente malos, no por defecto de cultura ni por exceso de naturaleza, sino simple y llanamente por imbecilidad. En un círculo hermenéutico, no solo queda claro que el mal es consecuencia de la imbecilidad, sino también que la imbecilidad deriva del mal. 

Maurizio Ferraris. La imbecilidad es cosa seria

Incuban puñaladas

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No soporto a los de miras amplias, tolerantes y desprejuiciados. Siempre correctos. Siempre perfectos. Siempre intachables. Todo está permitido, excepto el asesinato. Los criticas y ellos te agradecen la crítica. Los desprecias y ellos te lo agradecen de buena gana. En resumen, te ponen en un compromiso. Porque boicotean la maldad. Por tanto, son insoportables. Te preguntan: «¿Cómo estás?» y de verdad quieren saberlo. Un disgusto. Pero, por debajo de ese interés desinteresado, en algún lugar, incuban puñaladas.

Paolo Sorrentino. Todos tienen razón

Nos enfada estar enfadados

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En la época de mi abuelo, si te sentías mal contigo mismo pensabas: «Caray, hoy me siento como excremento de vaca…Pero, bueno, supongo que así es la vida. A seguir paleando la paja». ¿Y ahora? Si te sientes mal contigo mismo unos cinco minutos, eres bombardeado con 350 imágenes de personas totalmente felices, que viven unas vidas increíblemente fantásticas y es imposible no creer que tienes algún problema.

Esta última parte es la que nos mete en líos. Nos sentimos mal por sentirnos mal. Nos sentimos culpables por sentirnos culpables. Nos enfada estar enfadados. Nos pone nerviosos estar nerviosos. ¿En qué estoy equivocándome? Por esa razón es importante que las cosas te importen una mierda. Y eso es lo que salvará al mundo.

Mark Manson. El sutil arte de que (casi) todo te importe una mierda

Alejados del dolor y el pesar

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Si las cosas que dan placer a los viciosos les liberaran de los terrores de la mente ante los fenómenos celestes, del miedo a la muerte y los sufrimientos, y además les enseñaran el límite de los deseos, no tendríamos nada que reprocharles a ellos, rebosantes por doquier de placeres y alejados siempre del dolor y el pesar, de lo que es, en definitiva, el mal. 

Epicuro. El sabio camino hacia la felicidad: Diógenes de Enoanda y el gran mural epicúreo de Carlos García Gual.

Si lo permite el destino

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Conjure una imagen de personas que son demasiado frágiles para enfrentarse incluso al más pequeño de los desafíos de la vida porque se permitieron ser frágiles. Siempre han asumido que por supuesto las cosas irán bien, porque las cosas malas solo les ocurren a las demás personas (posiblemente porque de alguna manera se lo merecen). Por el contrario, como estoicos, debemos aplicar la cláusula de reserva a todo lo que hacemos e incluso utilizarla como un mantra personal: si lo permite el destino. 

Massimo Pigliucci. Cómo ser un estoico

La causa de todos los males

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Esa es la causa de todos los males para los hombres: el no ser capaces de aplicar las presunciones generales a lo particular.

Epicteto. Disertaciones por Arriano

¿Por qué nos engañamos?

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Yo siento, en verdad, gran aversión hacia ese tipo de persona calamitosa; cuando me quiero divertir con un tonto, no he de andar muy lejos: me río de mí mismo. Esa mujer de que te hablo perdió súbitamente la vista, y te contaré una cosa increíble, pero bien cierta: ignora que está ciega, y, a menudo, ruega a su guía que cambien de estancia porque encuentra la casa oscura. Esto que nos hace reír en ella, es menester que te conste claramente, es lo que sucede a todos nosotros: nadie se da cuenta de que es avaro, nadie de que es concupiscente.

Y, con todo, los ciegos piden un guía y nosotros vamos errantes sin ninguno mientras andamos diciendo: «Yo no soy ambicioso, pero en Roma no se puede vivir de otra manera; yo no soy malbaratador, pero la vida de la ciudad exige grandes dispendios. No es culpa mía si soy iracundo, si aún no me he señalado una norma de vida: es cosa de la juventud». ¿Por qué nos engañamos? Nuestro mal no es externo, está dentro de nosotros, reside en nuestras mismas entrañas; por eso sanamos difícilmente, andamos ignorantes de nuestra dolencia. 

Séneca. Cartas a Lucilio

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