Los peligros que atemorizan al hombre civilizado son los instintos suprimidos o lesionados; los peligros que atemorizaban al hombre primitivo eran los impulsos desenfrenados. En ambos casos el “animal” se ve alienado de su naturaleza verdadera y para ambos la aceptación de su alma animal es la condición para la plenitud y vivencia total de la vida. El hombre civilizado debe cuidar al animal que lleva dentro haciéndose su amigo.
Aniela Jaffé