Las personas habladoras lo hacen para aliviar la ansiedad o distraerse de sentirla. Pero en lugar de aliviarla, hablar en exceso la empeora. Cuanto más hablamos, más ansiosos nos volvemos. Es un círculo vicioso. Yo lo llamo la rueda de la ansiedad. Lo mismo ocurre en las redes sociales. Utilizamos Facebook, Instagram, TikTok y Twitter como mecanismos para calmarnos. Nos sentimos ansiosos y abrimos una aplicación con la esperanza de disipar la ansiedad. Sin embargo, ocurre justo lo contrario. Nuestro intento de mitigar la ansiedad solo consigue agravarla. Nos encontramos de nuevo en la rueda de la ansiedad. Si resistimos el impulso de hablar y nos obligamos a dejar el móvil, es posible conseguir que la rueda de la ansiedad gire en sentido contrario, en la dirección opuesta. Sentarse en silencio es horrible al principio, pero si lo soportamos, el malestar empezará a disminuir. Los médicos han descubierto que para algunas personas dejar las redes sociales tiene el mismo efecto que tomar un antidepresivo
Dan Lyons. Cállate: El poder de mantener la boca cerrada en un mundo de ruido incesante