Por más extraño que pueda parecer, la destructividad de las personas malvadas radica precisamente en su intento de destruir el mal. El problema es que se equivocan en la ubicación del locus del mal. En lugar de atacar a los demás deberían ocuparse de destruir su propia enfermedad. Por otra parte, como la vida amenaza con mucha frecuencia su propia autoimagen de perfección dedican todas sus fuerzas a odiar y tratar de destruir a la vida en nombre de la justicia. El problema, sin embargo, no es tanto que odien la vida sino que no aborrezcan al pecador que albergan en su interior.
M. Scott Peck. La curación del mal humano